Dos estrategias coexisten hoy en el gobierno de Michelle Bachelet. Una es la "operación simpatía" protagonizada por su nuevo ministro de Hacienda, Nicolás Eyzaguirre, y que cuenta con la cooperación de su colega de Economía, Jorge Rodríguez Grossi. Se trata de convencer a los principales actores económicos de que el Gobierno ha vuelto al rigor presupuestario, a la austeridad y al equilibrio. Todo eso se perdió en el primer minuto de este Gobierno.
Dicha "operación simpatía" propugna una reducción de la crispación económica. En ese sentido, Eyzaguirre anunció el martes pasado que respetará "la tradición republicana" de que "la proyección de ingresos fiscales para el próximo gobierno exceda los compromisos de gasto para que haya un espacio donde la próxima administración defina sus particulares prioridades".
Las buenas intenciones del ministro se comprobarán en el curso de este mes, no solo por las estimaciones de ingresos y gastos del Presupuesto, sino por la negociación del reajuste fiscal de los empleados públicos. Esa será la prueba de fuego de sus intenciones. Y todo lo que ocurra ahí impactará directamente en las dos candidaturas presidenciales que han presentado los sucesores de la Nueva Mayoría
Eyzaguirre es una de las personas que más están ponderando la mejoría de los ingresos del cobre. A todo el mundo con el que habla le dice que si Sebastián Piñera gana lo va a tener facilísimo para gestionar la economía, mientras que Bachelet tuvo "la mala pata" de encontrarse con una coyuntura adversa. Todo lo contrario de lo que transmite la candidatura de centroderecha. Así que no sería raro que su estimación de ingresos fiscales esté en una banda muy alta. El problema es que mientras más optimista sea su visión de los ingresos, menos holgura tendrá el próximo gobierno para reasignar gastos.
La otra estrategia procede del segundo piso. Sus destinatarios también son los actores económicos. Y se resume en que La Moneda considera que ni con Alejandro Guillier ni con Carolina Goic la Nueva Mayoría tiene opciones reales de retener el poder. Este discurso asume que el conglomerado ha sido incapaz de satisfacer "los deseos de los chilenos de hacerse ricos y prosperar". Y asume fallos institucionales graves: "Cada senador es una pyme", dice un portavoz en relación con el escándalo de los informes plagiados a través de los cuales los curules financian sus amplias redes políticas.
Esta visión es más difícil de contrastar con la realidad. Hay quien la entiende como un intento de bajar el perfil de la candidatura de Alejandro Guillier. Otros, como una forma de despejar el camino para que el legado de Bachelet tenga cierto recorrido político en el futuro. A esto contribuiría la suave mejoría de la popularidad de la Presidenta, que ya se venía detectando en las últimas encuestas de Adimark, por ejemplo.
Más complicada es la operación "simpatía" de Eyzaguirre. Puede que exista solo para consumo interno y para superar las negociaciones presupuestarias de septiembre, o puede que tenga una proyección mayor, con el fin de neutralizar el discurso del piñerismo por la vía de subrayar que muy mal hay que gobernar para que la economía no despegue con un precio alto del cobre. El presupuesto es una forma muy concreta de condicionar el margen de maniobra del próximo gobierno. Si los ingresos están sobreestimados, un futuro gobierno tendrá muy difícil justificar que existen estrecheces fiscales que obligan a ajustes o recortes.