Nos ha llamado la atención que en el actual año de elecciones presidenciales, dentro de los habituales temas que destacan en el tapete de la discusión, no se mencione suficientemente lo que atañe a nuestro entorno natural y a nuestra cultura. Pero ocurre que tanto nuestro patrimonio cultural como natural son absolutamente trascendentales para la vida humana, porque, entre otras cosas, comparten una vinculación con lo sagrado.

Es cierto que el mundo actual ha marginado de su eficiencia esta dimensión y este es, tal vez, el signo clave de su crisis más profunda. La gran figura del pensamiento contemporáneo, Martin Heidegger, ha planteado que el máximo oscurecimiento y olvido del ser tiene lugar cuando vivimos todo lo que nos rodea como meramente disponible, es decir, como algo listo para ser explotado, utilizado y consumido. Para el filósofo alemán, es la técnica la que ha hecho que todo se transforme en algo disponible y por eso caracteriza a nuestra época como la "Era de la Técnica".

Lo contrario sería lo que Giorgio Agamben -inspirado en Heidegger- llama la "indisponibilidad", cuya máxima expresión sería lo sagrado. Así, de esa cantidad inconmensurable de cosas disponibles, tomamos algo -una construcción, una montaña, un canelo- y lo declaramos indisponible. Este no es, por cierto, un acto físico, sino espiritual. La construcción puede ser empleada para cualquier fin, la montaña sigue delimitando geografías y el canelo, adornando el paisaje, pero ahora son indisponibles. Y lo profano se manifiesta cuando realizamos el movimiento contrario, y lo que había sido declarado como indisponible, sagrado y respetado, lo devolvemos a la disponibilidad general para comercializarlo, ponerlo a la venta en una tienda de antigüedades, copiarlo en serie o entregarlo a la oferta y la demanda.

Como Grupo de los Veintiuno pensamos que a nuestro mundo posmoderno y, en particular, a nuestro amado país les hace falta recuperar lo sagrado. Nos parece que ya hemos ido demasiado lejos en la destrucción de la naturaleza y en el no respetar nuestro patrimonio cultural. ¡Cuánto hemos perdido de bosque nativo y cuánto de nuestra arquitectura tradicional! ¡Cuánto más nos queda por perder en nuestro océano y en nuestros campos! ¡Cuánto en nuestras tradiciones ancestrales! Es hora de echar pie atrás y recapacitar.

Ahora bien, la cuestión es cómo hacerlo. Tal vez el propio Heidegger nos pueda ayudar en esta tarea, a través de su breve y estremecedor llamado: "Serenidad ante las cosas y apertura ante el misterio". Debemos demorarnos en las cosas, contemplarlas, dejarnos empapar por ellas e intentar escapar de la vorágine de nuestra posmodernidad. Y ese misterio del que él nos habla encierra necesariamente esa dimensión sagrada que hemos perdido. Desde una postura semejante, el filósofo Karl Jaspers plantea en su Psicología de las Concepciones del Mundo que el ser humano debería establecer un vínculo amoroso con el mundo que lo rodea, tanto con el paisaje como con las personas y las cosas.

Pensar en el futuro de Chile es también pensar en la importancia de la búsqueda de lo sagrado en la naturaleza y en la cultura. Por esto sugerimos a las personas que tienen o tendrán cargos de gran responsabilidad en la política, que no se limiten a delinear prácticas orientadas a mejorar las instituciones, la economía, la educación, la salud, etcétera -cosas todas relevantes-, sino que consideren, además, esta otra perspectiva: recuperar lo sagrado -vale decir, el sentido, lo permanente, el silencio y el misterio-, eso que se esconde tanto en nuestro rico patrimonio cultural, como en la belleza sin par de nuestra naturaleza, para desde ahí estar en condiciones de restablecer el vínculo amoroso con el mundo.

Jorge Acevedo, Cristián Arregui, Otto Dörr, Cazú Zegers,
Pedro Gandolfo, Cecilia García Huidobro, Abel González,
Miguel Laborde, Cristóbal Holzapfel, Patricia May,
Pedro Murtinho, Ernesto Pfeiffer, Sergio Sagüez,
Gastón Soublette, Juan Subercaseaux, Cristián Warnken
Grupo de los Veintiuno