Esta película se inicia en medio de una emergencia: los habitantes de un edificio deben evacuar porque hay inminente riesgo de derrumbe. Entre ellos están Rana (Taraneh Alidoosti) y Emad Etesami (Shahab Hosseini), un matrimonio de profesionales sin hijos que por estos días prepara el estreno de
Muerte de un viajante, montada con un grupo de amigos.
Uno de esos amigos, Babak (Babak Karimi), les ofrece la solución para la situación en que quedan tras la evacuación: un departamento que hace poco fue desocupado por una mujer de vida dudosa. Cierta noche, mientras entra a la ducha, Rana deja las puertas abiertas creyendo que ha llegado su marido. Pero quien entra no es Emad.
Excepto por un visible golpe en la cabeza, nunca se sabe cuál ha sido exactamente la agresión que ha sufrido Rana. Los detalles están omitidos, y a lo largo del relato la misma Rana se encarga de reprimirlos una y otra vez, por pudor, por vergüenza, por rabia, o, mejor, por esa melaza de sentimientos que asedian a una persona agredida en su privacidad.
No es solo eso. Rana ya no soporta el departamento, no soporta el baño y no soporta estar sola. Menos aún soporta que no la comprendan, y es muy poco lo que empieza a soportar a Emad. Lo que soporta es a un niño, el hijo de una compañera, que podría ser el indicio de una carencia crucial en la pareja. Pero la película no sigue esta cuerda.
El cineasta iraní Asghar Farhadi filma como ya lo ha hecho en
Una separación -su película más exitosa- y
El pasado: con urgencia, asediando a sus personajes, privilegiando el movimiento fuera y dentro del cuadro, elevando la crispación. Los personajes deben tomar decisiones éticas en momentos en que la realidad se muestra confusa y volátil, en que ellos mismos están sometidos a estados de extremo desequilibrio. ¿Qué es correcto, qué es incorrecto? ¿Cuál es el bien, dónde está el mal? Peor aún, tienen una aguda conciencia sobre las consecuencias de esas decisiones para el resto de sus vidas.
El relato produce indicios para su interpretación, a veces un tanto forzados, como el agrietamiento del matrimonio anunciado por el colapso del edificio inicial -¿se derrumbarán muy a menudo los edificios en Teherán?-, a veces más integrados, como la obra de Arthur Miller acerca de las ilusiones rotas. Pero no son estas metáforas menores, sino la tensión, lo que define al cine de Farhadi.
Es posible que en
El cliente se note un poco la costura de esa tensión: hay demasiados momentos en que los personajes -en especial, Rana- reaccionan en forma destemplada, demasiadas sospechas desbaratadas por absurdas y demasiados dolores convertidos en decepciones. Aun así, las encrucijadas morales que se plantean en la última media hora tienen una envergadura verdaderamente fenomenal.
ForushandeDirección: Asghar Farhadi.
Con: Shahab
Hosseini, Taraneh
Alidoosti, Babak
Karimi, Farid Sajjadi
Hosseini, Mina
Sadati, Maral Bani
Adam.
120 minutos.