Nada que celebrar. A dos meses de la elección presidencial, es pésima noticia el quiebre entre la Presidenta y su equipo económico. Así lo informa la prensa internacional y se entiende transversalmente dentro de Chile.
Es la imagen de una mandataria obstinada por razones ideológicas, terminal, epicentral y desinteresada en llevar su gobierno a feliz término. Lamentable. No ocurrió lo mismo en su primer período. Por eso tal vez muchos apoyaron su reelección y otros por tanto tiempo nos abstuvimos de criticar sus desaciertos.
No hubo conspiración política, deslealtades, lucha de poderes al interior del gabinete ni presiones partidarias por la distribución de los ministerios. Solo un quiebre por una decisión presidencial de apoyo a ministros contrarios al desarrollo de un yacimiento de hierro en medio de una zona yerma, pobre y abandonada.
Tal vez la Presidenta está sufriendo y quiere superar el inevitable fantasma del pato cojo, del poder en extinción por el fin de su período. Ahora será para siempre, son los últimos meses del poder presidencial que ha ejercido por ocho años. Pato cojo, o la mala pata -que invoca el nuevo ministro de Hacienda como excusa del fracaso del Gobierno-, se agrava por su disparo en la pata, por un cambio irracional de gabinete a la hora undécima.
¿Quiénes celebran este aberrante cambio de ministros? No lo hacen sus opositores. Saben que los beneficios electorales del desacierto presidencial son inferiores al daño causado por el desaliento que provoca a las inversiones y a la confianza internacional. Todos los candidatos a la presidencia saben que este episodio no los ayuda y que no contribuye a la ansiada reactivación económica.
Celebran unos pocos incondicionales y el senador Girardi, desde Irán. Nadie entiende qué hace por allá el legislador en favor del país. Seguramente está gozando y tendrá las mayores atenciones de sus amigos prohibicionistas: los ayatolas, represores de los derechos de las mujeres, del sexo, del pensamiento, de las comidas, del tabaco y de las bebidas. En todo caso, en Irán no podrá brindar por la salida de los ministros, allí los transgresores terminan en prisión. In tremens , ha optado por insultar a los ministros. A su juicio, el subsecretario Micco "es Donald Trump" y los ministros Valdés y Céspedes, antes progresistas, están "transformados en Trump". Agrede a personas respetables, que han servido lealmente y guardado la compostura a pesar del maltrato que han recibido.
Todo indica que la Presidenta lleva al país por mal camino. Al final del día, parece que prefirió una calle sin salida para ponerle un letrero con su nombre.