Hay una enorme diferencia entre el antiguo "Johnny Cien Pesos" (1993) y su segunda parte.
La primera película se sostenía sobre la unidad de los acontecimientos y eran sucesos rápidos y personajes que se explicaban durante el tiempo de los hechos: menos de un día.
Un atraco en el centro de Santiago, el cerco policial y luego el periodístico, mientras la autoridad política vigilaba desesperada y a lo lejos. Sin tiempo para grandes razones, sino para una película en movimiento y acción, con un guión y diálogos de naturaleza breve y certera. Era la inconciencia y demencia del grupo criminal, la miseria y olfato del reportero Mena Mendoza, o la polola y madre del protagonista tan atrapadas por la tele basura.
Después de casi un cuarto de siglo aparece la secuela con el subtítulo "Capítulo Dos", y durante este tiempo Johnny (Armando Araiza) ha estado en la cárcel y es un hombre silencioso y paciente que aprendió el oficio de restaurar libros antiguos.
Cumple su condena y queda libre, para conocer a su hijo Juan (Lucas Bolvarán), pero también los lujos y la vista del barrio alto, y además se pone al día con lo que desconoce: comer sushi o manejar un auto.
Es cierto que hay un caso policial entre medio -el secuestro de una joven-, pero esta no es una historia urgente, nerviosa y sin tiempo para explicaciones, porque hay idas, vueltas y flashbacks.
Esta es una rara y fallida segunda parte, que está muy lejos del desencanto original donde no se salvaba nadie: ni la prensa por sensacionalista, ni el gobierno por cobarde, ni los asaltantes por torpes y brutos, ni los televidentes alimentados con desperdicios, tampoco los asaltados, que algo ocultan, y menos el tonto de Johnny.
Y por eso la riqueza y variedad de unos personajes con doble fondo, mentiras cotidianas e intereses creados.
"Johnny Cien Pesos: Capítulo Dos", a la inversa, pertenece a otro mundo y se trata de una película desconectada de la anterior porque su piel, urgencia y carácter son muy distintos.
Esta es una historia redentora, bien intencionada y finalmente establecida y pacífica.
Es tan ordenada y precisa que Johnny no fuma, no bebe y lee a Hemingway, mientras que su hijo quiere estudiar Medicina.
En la vereda del frente hay un constructor corrupto, pero lo inolvidable es un malvado (Juan Pablo Bastidas) con un apodo inverosímil para un criminal: El Moni.
El Moni distribuye drogas y para confirmar su impronta internacional, lanza frases en inglés y su preferida es "mother fucker".
El Moni reproduce a un personaje repleto de lugares comunes que sin duda ha visto en muchas películas, pero todas malas.
Algo de lo anterior sucede con "Johnny Cien Pesos: Capítulo Dos", que proviene de ese molde de películas, con sus tics, personajes, gestos y escenarios, pero está lejos de la savia e inspiración de la antigua "Johnny Cien Pesos".
Chile, 2017. Director: Gustavo Graef Marino. Con: Armando Araiza, Lucas Bolvarán, Juan Pablo Bastidas. 113 minutos. Mayores de 14 años.