Esta tremenda película no será fácil de ver en Chile -andará por los circuitos alternativos-, pero es realmente indispensable. Es una de las obras más complejas de los hermanos Dardenne, no obstante que conserva la prístina sencillez que es su marca de estilo. Saca sus significaciones de la presencia delicada de la realidad, como si el espacio fuera un actor eminente, y se mueve en múltiples niveles de lectura, desde la ética médica hasta los alcances sobrenaturales de la muerte, menudo menú, a ver quién se atreve en estos tiempos.
Los Dardenne se atreven. ¿La historia? Cierta noche, la joven doctora Jenny Davin (Adèle Haenel) rechaza atender una llamada a la puerta de su consulta simplemente porque en ese minuto regaña al residente a su cargo. Al día siguiente, la policía le informa que cerca de allí ha sido hallado el cuerpo de una joven, que pudo tocar a su consulta.
El razonamiento "si hubiera abierto la puerta, ella estaría tan viva como yo" tiene una levedad y una hondura que traen de regreso al mejor Rossellini, con sus mujeres culposas y obsesivas. A esa frase se une otra, que le es consustancial: "No puedo aceptar la idea de que sea enterrada sin nombre", una fantasmagoría que evoca al mejor
Mizoguchi, con sus víctimas desgraciadas y olvidadas. De la chica no hay dato alguno y nadie parece querer encontrarlo en el mundo de asalariados de Seraing, este húmedo suburbio de Liège.
El estilo de los Dardenne está aquí en un estado de transparencia casi milagrosa: con solo un par de datos, una que otra frase, un rasgo o un gesto, cada personaje está vivo y tiene una historia: no es un papel dramático. El hecho de que unas vidas sean los contrapuntos de otras no les pertenece a ellas, sino al genio de los Dardenne para combinarlas en largos planos casi invisibles, densos, en los que hasta el aire tiene su peso.
Ese estilo acompaña a una investigación personal obsesiva que rompe la superficie de una comunidad trabajadora y hace aparecer sus monstruos cotidianos, inmensos y atroces. El afecto de los Dardenne está cerca de los más pobres, pero con la conciencia de que la pobreza nada tiene que ver con la bondad; allí se encuentra el mal como en cualquier parte, o a veces más, y es igual de desconsolador. De aquí nace otra de las ideas laberínticas de la película: la búsqueda de la doctora Davin habrá de afectar, inevitablemente, su relación normal con los pacientes, poniendo en movimiento el complicado choque entre la lucidez y la vocación.
Es fácil entender que al final de esta indagatoria solo pueda haber desilusión y desaliento. Es mucho más difícil imaginar que también puede haber un minúsculo, bellísimo, exhausto, saludo a la vida, esa vida que se sobrepone siempre a una puerta cerrada, una caída en el cemento o los tres malditos escalones de una consulta desnivelada.
La fille inconnueDirección: Jean-Pierre y Luc Dardenne.
Con:
Adèle Haenel, Olivier Bonnaud, Jérémie Renier, Louka Minnella, Nadège Ouedraogo, Olivier Gourmet.
113 minutos.