El Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) va a fallar en los descuentos y muy próximo a la doble fecha de las Clasificatorias.
Ya estamos en los últimos peldaños y en el final del proceso, así que no hay más que esperar.
Sin tiempo para suspiros de alivio o resuellos de angustia y sin espacio para lamentos ni fiesta.
Es bueno saberlo y hay que colocarse en ambos escenarios.
Si el fallo es favorable y ratifica lo ya dictaminado por la FIFA, acá no ha pasado nada, la velocidad sigue de crucero y la única concentración, para hinchas, la prensa y los jugadores, son los dos rivales por delante: Paraguay, el 31 de agosto, y Bolivia, el 5 de septiembre.
El problema es un fallo negativo, donde los puntos y el desplazamiento en la tabla son secundarios, porque se pueden rescatar jugando y ganando.
Lo verdaderamente peligroso es perder el foco, el punto de vista y la concentración.
Lo esencial es el eje vertebral, seguir estibados y no perderse, porque no hay alternativa, tampoco opciones, y menos tiempo.
Si el fallo es adverso, las distracciones son diversas, según nos enseña el pasado y la experiencia.
Está el histórico torbellino chileno que agolpa lamentos de vieja, cantos furiosos, quemantes declaraciones públicas, bravatas de ratón y se incendia la pradera con indignación porque en la FIFA, el TAS, y en tantos países, asuela la corrupción que todo lo carcome y destruye.
Aunque la única verdad demostrada, en estos últimos años, es que el mal ha estado en todas partes, y señaladamente en Chile.
Un fallo contrario es más que eso: es maletero, traidor, chueco, retorcido, desleal, maldito y, desde luego, corrupto.
No falta el comunicador que se rompe la chaqueta de pura indignación o bien lanza los auriculares al suelo de honrado que es, y como es tan prístino su honor no aguanta la injusticia y el abuso de un fallo adverso que perjudica lo que más quiere en su vida. ¿Habrá que decirlo? Chile.
En esas circunstancias, sobran los que anuncian que el mundo nos tiene mala, y una mala fabricada con alevosía, revuelta con envidia y somos pequeños y por eso nos demuelen y destruyen. Hay artes extrañas, influencias insólitas y presiones indebidas. Es tanta la mala, que hasta le dan ganas de cerrar el micrófono e irse pasa la casa. Por favor: que nadie se lo impida.
Ese carnaval, tan previsible como inútil, es un coro que le canta a una selección chilena primitiva, amarga y derrotada. No más magia negra, fanatismo, superstición y profecías autoflagelantes.
Un fallo es un fallo.
Lo que corresponde es una selección moderna, concentrada y de futuro.