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Editorial
Domingo 20 de agosto de 2017
Frente Amplio, arrogancia castigada
... Inquietante es que un gobierno aparezca impulsando conscientemente una iniciativa que -según sus propios análisis- podría significar la pérdida de hasta 394 mil puestos de trabajo...
La falacia de aquellas visiones que, de modo simplista, identifican novedad cronológica y renovación política ha quedado en evidencia en estos días. El conflicto vivido por el Frente Amplio vino a refutar en los hechos un difundido error conceptual: la idea de que la juventud de una fuerza constituiría en sí misma garantía de mejores prácticas y estilos. Al revés de eso, la conducta del conglomerado que prometía cambiar las lógicas con que se desarrolla la política en Chile resumió en una semana algunos de los peores vicios que suelen asociarse a esta actividad.
Si el inicio fue el veto autoritario impuesto a una candidatura, vino luego una sucesión de contradicciones y volteretas solo explicables por el repudio ciudadano que aquel veto justificadamente suscitó. En el intertanto, la pretendida demonización de un competidor interno se volvió en contra de sus propios impulsores, al conocerse el tenor literal de los dichos con que buscaba fundamentarse tal exclusión: palabras no más duras que las que suelen abundar en las discusiones partidarias, a las que se intentó mañosamente atribuir incluso connotaciones sexistas. Se trata, en rigor, de una práctica frecuente por parte de esos sectores, los que acostumbran a valerse de cualquier yerro verbal por parte de un adversario para incurrir en un vendaval de descalificaciones en nombre de lo políticamente correcto; esta vez, sin embargo, al emplearse la táctica contra un supuesto aliado quedó al desnudo su carácter manipulador.
Un liderazgo débil
El tratamiento posterior del tema siguió un libreto no muy distinto, con cambios de posturas, llamados a pedir perdón y explicaciones poco claras, emulando repetidos capítulos de la política tradicional y revelando, además, la debilidad del liderazgo representado por su candidata presidencial, cuya enérgica exigencia de resolver el tema pareció estrellarse con aquella tendencia histórica de una cierta izquierda a dilatar las decisiones y enfrascarse en discusiones inconducentes.
De este modo, el efecto de sus propias conductas terminó castigando la arrogancia de un frente que arremete contra instituciones (esta semana lo hizo contra el mismo Tribunal Constitucional, que permitió a su abanderada exponer en audiencia su visión respecto de la ley de aborto) y censura a adversarios, autoerigiéndose en portavoz de una utópica pureza política que -lo muestran los hechos- dista de encarnar.
¿Música sin crecimiento?
Desconcierto han provocado las palabras de la Presidenta de la República al afirmar desconocer un informe del propio Ejecutivo sobre los potenciales efectos de la reforma previsional en el empleo. Más allá de la inevitable sorpresa (y de las posteriores explicaciones, en cuanto a que el "alma" del documento sí era conocida por la Mandataria), el punto de fondo y lo verdaderamente preocupante es la aparente desaprensión respecto de lo planteado en el estudio. Inquietante es que un Gobierno aparezca impulsando conscientemente una iniciativa que -según sus propios análisis- podría significar la pérdida de hasta 394 mil puestos de trabajo. Es cierto que (como dice el documento) esa cifra correspondería a la cota superior del eventual efecto, y el ministro de Hacienda ha dicho que la gradualidad con que se implementaría la reforma lo atenuaría de modo sustantivo. Con todo, las explicaciones que hasta ahora se han dado resultan extremadamente generales respecto de un tema que, en el actual cuadro económico, acucia. Peor aún ha sido la reacción de parlamentarios oficialistas que han optado por simplemente criticar el informe, siguiendo la mala práctica de matar al mensajero.
En verdad, la exigencia de que los proyectos de alcances económicos sean acompañados de un informe sobre su efecto en la productividad (y, por ende, en cuestiones como el crecimiento, el ahorro y el empleo) es uno de los pocos activos que registra el magro balance de esta administración en esa materia. Minimizar su relevancia o, más grave aún, cuestionar su pertinencia revela que, frente al ya célebre aserto del ex Presidente Lagos, un sector relevante del oficialismo sigue convencido de que es posible tener "música" -en este caso, un reajuste sustantivo de las pensiones- sin crecimiento ni condiciones económicas que lo sustenten. Lamentablemente para esos sectores, tal opción no existe en la realidad: como lo ha mostrado la crisis del Estado de Bienestar en Europa y como lo confirman desastrosas experiencias latinoamericanas, solo un crecimiento sostenido garantiza un mayor bienestar y la entrega de mejores prestaciones sociales.