Un sabor a oportunidad perdida ha dejado el fugaz paso por Chile del Vicepresidente de los Estados Unidos, Michael Pence. No son muchas las visitas de tan altos dignatarios al país. Y desde luego, la ocasión parecía inmejorable para estrechar lazos con la gran potencia del norte, familiarizarnos con los objetivos de su sorprendente nueva administración y tratar los innumerables temas de interés común. Desgraciadamente, en lugar de ello, la motivación del viaje parece haberse circunscrito al estrecho ámbito de los objetivos de política internacional de EE.UU. y la pretensión de que Chile lo secunde en tales iniciativas.

Desde luego, las relaciones económicas con Estados Unidos nos son de primera importancia. Después de China, son nuestro segundo mayor socio comercial. Para nuestras exportaciones no mineras -agroalimentarias y forestales, por ejemplo- son el mercado principal. Si bien contamos con un tratado de libre comercio (TLC) suscrito hace trece años, que ha marchado sin problemas, hay diversas materias susceptibles de ser perfeccionadas. EE.UU. mantiene reparos sobre nuestro régimen de propiedad intelectual, respecto de los cuales no parece haber habido avance. Algunos de los temas pendientes se suponía serían abordados en el fallido Tratado Transpacífico (TTP), pero ahora que esa iniciativa ha sido descartada por el propio EE.UU., debieran formar parte de la agenda bilateral.

Del tenor de las declaraciones del personero norteamericano se desprende que su principal motivación ha sido obtener el apoyo de Chile en dos objetivos específicos de la política exterior de la gran potencia. El primero, presionar al líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, para detener su carrera nuclear. Por supuesto que la intención es loable, pero su petición de que Chile corte relaciones diplomáticas y comerciales con esa nación no parece aceptable. Siendo nuestro comercio con ella de apenas US$ 15 millones anuales, interrumpirlo tendría un efecto meramente simbólico, pero implicaría subordinar inconvenientemente nuestra creencia en el libre comercio a propósitos políticos. El otro objetivo es la revisión del Nafta, el tratado de libre comercio entre EE.UU., Canadá y México, el cual fue blanco de fuertes críticas por parte del Presidente Trump durante su campaña. Desde luego, Chile tiene un legítimo interés en que América del Norte prospere y mantenga sus fronteras abiertas para nuestros productos y nuestras inversiones. La tonalidad proteccionista que manifiesta el gobierno de EE.UU., tanto en relación con el Nafta como con el uso de restricciones comerciales contra Corea del Norte, no se aviene con nuestra convicción a favor del libre comercio, de la cual EE.UU. ha sido tradicionalmente campeón. Es de esperar que nuestro gobierno le haya hecho presente al Vicepresidente Pence que ese giro proteccionista puede tener muy adversas consecuencias económicas y políticas no solo en México, sino en toda América Latina, Chile incluido.