La admiración por mi profesora jefe de 4 {+o} medio, M.T. Fontaine, siempre fue grande. Ya era un desafío educar a 45 adolescentes, pero además hacerlo en matemáticas, una materia dominada por varones, era extraordinario.
Las brechas de género en las matemáticas son características del sistema educacional chileno. Estas aparecen tempranamente en las pruebas Simce: En 4 {+o} básico se comienzan a notar (la diferencia histórica en el nivel es cercana a 4 puntos) y se amplían a medida que pasa el tiempo (en 2 {+o} medio es de casi 10 puntos), alcanzando mayor notoriedad en la PSU (20 puntos promedio a favor de hombres en proceso de admisión 2016). ¿Consecuencias de largo plazo? Muchas. Por de pronto, basta darse una vuelta por los sitios web de los departamentos de Ingeniería de las universidades chilenas para notar la escasez de mujeres entre los académicos.
Para ser justos, la situación no es una peculiaridad local. Brechas similares son comunes en el mundo, incluso en países desarrollados. Sin embargo, estudios para Chile ofrecen resultados que hacen al fenómeno nacional particularmente alarmante.
Partamos por lo que pasa en la casa. Las menores exigencias de los padres por "buenas notas" a niñas en comparación con niños (dato Simce) son consistentes con la gran diferencia en las expectativas parentales respecto del futuro de sus retoños (dato OCDE). De acuerdo con los datos de PISA, papás y mamás nacionales se encuentran entre aquellos que reportan la mayor brecha de género en la posibilidad de que su descendencia desarrolle una carrera en ciencia, tecnología, ingeniería o matemáticas: 33 puntos porcentuales a favor de los varones. ¿Y por el lado del colegio? Estudios han documentado que los docentes nacionales dedican menos tiempo a las niñas (Bassi et al., 2016), dan más retroalimentación a los niños y ajustan las prácticas educativas en función de sus estereotipos de género (Espinoza y Taud, 2016). Y por si eso fuera poco, la evidencia también indica que futuros docentes asignan expectativas de rendimiento en matemáticas más bajas a mujeres en relación con hombres (Mizala et al., 2015). Esto es importante para todos los ramos, pero particularmente para la materia en cuestión, dado que su aprendizaje depende del involucramiento del estudiante en la resolución y análisis de problemas. Difícil avanzar así.
Cuando se apuesta por cuotas parlamentarias o igualdad salarial por ley para cerrar brechas de género, no podemos desentendernos de las profundas raíces del problema. Lo de matemáticas es solo un ejemplo. Estereotipos abundan en casa y colegio. Eliminarlos implica contar con docentes y padres que reconozcan y dominen sus sesgos. Allí el secreto para que casos como el de M.T. Fontaine se multipliquen y extiendan a todos los ámbitos. Solo cuando la presencia femenina no cause extrañeza, es que la batalla se habrá ganado.