Esta vez es el turnode la pequeña Plaza de los Montenses, uno de esos rincones de los alrededores de la Gran Vía madrileña que se han venido a menos por la convergencia de comercios baratos, turistas e inmigrantes, mendicidad y comercio callejero. Lo mismo que le ha pasado a muchos centros de grandes urbes. En esa casi perfecta encrucijada sociológica y topográfica, y con su singularísimo talento para dar valor dramático a las arquitecturas urbanas, sitúa Álex de la Iglesia su película
El bar, nuevo imbunche de humor negro, terror, comentario social, parodia y paroxismo.
El bar es uno de esos lugares cuyas mañanas se repiten todos los días laborables: gentes que entran a tomar un desayuno rápido, un café o una copa, un bocadillo o un pastel, casi siempre de prisa y de pie. Un lugar de paso, con una mayoría de parroquianos estables. Solo que esta mañana, un cliente que ha pedido un pan con tomate sale del bar y una bala le perfora la cabeza. Cunde el pánico. Todo el mundo huye a perderse y cuando a un aseador que va en auxilio del caído también le vuelan la cabeza, se confirma que la calle se ha convertido en una idea pesadillesca.
De este modo quedan encerradas en el bar de los Montenses nueve personas, tres mujeres y seis hombres, que carecen de señal en los celulares, ven una televisión que no informa e ignoran totalmente lo que ocurre afuera y adentro. Esta "comunidad" casual, producida por un agente extraño, como en
La comunidad,
Balada triste de trompeta o
Mi gran noche, se convierte en una reunión de aliados o de enemigos, que cambian según sus particulares estados de psicosis.
Quizá sea útil advertir que este es el territorio del exceso, no el de la coherencia. Aquí no hay causas plausibles ni efectos proporcionales. Lo que hay es el imperio de la locura social, atizada por las miserias individuales, actos menores de egoísmo que en conjunto configuran un mundo de personas entrañablemente tristes e imperdonablemente violentas. Los músculos del cine de De la Iglesia están robustecidos por esa inclinación española hacia el pecado y el castigo en clave tremendista, la llaga y la pústula.
Igual que
Mi gran noche,
El bar es, más que un relato, un estudio de personajes, aunque se trata de personajes que ya han sido llevados a sus extremos: el pordiosero apocalíptico, el expolicía aficionado a la pistola, la mujer solitaria enviciada con el tragamonedas, el ejecutivo obsesionado con la lencería, en fin: una galería de monstruos cotidianos que pueden darse cita en el centro de Madrid sin apenas notarse.
El bar es una película "De la Iglesia" tanto como no lo fue
Los crímenes de Oxford: es decir, bastante imperfecta, demasiado desmadrada, despeinada hasta la crispación. Por supuesto, todo eso hace que no funcione con plenitud, sino a tropezones, con hallazgos y caídas, con fisuras y contramarchas. Pero es De la Iglesia sin lugar a dudas.
El BarDirector: Álex de la Iglesia.
Con: Blanca Suárez, Mario Casas, Carmen Machi, Secun de la Rosa, Jaime Ordóñez, Terele Pavez, Joaquín Climent, Alejandro Awada.
103 minutos.