No es sorpresa lo que nos pasa a nivel de clubes, pero siempre es pertinente ubicarnos en el contexto. Solo para reiterar que el devenir de nuestra Selección es una excepción y que utilizarla como parámetro es un error de concepto, una equivocación mayúscula, un efecto distorsionador que hace muchos años nos tiene haciendo una comparación fuera de lugar.
El rendimiento de los clubes chilenos en los torneos continentales 2017 está entre los peores de los países sudamericanos, teniendo en consideración que intervino el 50% del universo de elencos de Primera. Basta una somera mirada para establecer que equipos brasileños, argentinos, ecuatorianos, bolivianos, venezolanos y colombianos de distinta calaña nos han ganado en la Libertadores o en la Sudamericana. Y que paraguayos y peruanos eventualmente no lo hicieron solo porque no nos enfrentaron.
Tampoco se trata de sostener livianamente que el marasmo es porque ahora debido a la democratización de los torneos cortos no solo los clubes "grandes y poderosos" representan a Chile. Las pruebas para contraargumentar son contundentes: Colo Colo quedó fuera de la Libertadores en la segunda etapa clasificatoria; Universidad de Chile no pasó ninguna ronda en la Sudamericana, y Universidad Católica, el "mejor" de los tres, terminó último en la fase de grupos de la Libertadores, superando por puntaje solo a tres clubes que culminaron cuartos en otros grupos. Si abrimos el abanico, los resultados son discretísimos en la Sudamericana: Everton y O'Higgins, eliminados en primera vuelta; Palestino e Iquique, en segunda; y definitivamente malos en la Libertadores: Unión cayó en la tercera fase clasificatoria e Iquique solo superó a Zamora, el peor equipo de la etapa grupal de la Copa.
Razones sobran para explicar este fracaso que ya es sistemático, si no una tendencia. Y son las mismas que se esgrimen hace tiempo: desjerarquización de la competencia, ausencia de jugadores de niveles competitivos internacionalmente, complacencia financiera de los clubes por solo clasificar a los torneos, predilección directiva por la campaña de la selección en desmedro de los clubes, calendarios de torneos orientados al mercado de transferencias y no al de competencias.
El gran problema es que mientras Chile se estanca, o de frentón retrocede, todos nuestros vecinos se mueven, avanzan, se alejan irremediablemente. Que estadísticamente los clubes chilenos en 2017 no sean capaces de mostrar un factor indicativo de que sobrepasamos con certeza a otro país sudamericano en algo es un drama de magnitud histórica, y que para peor se hace extensivo a lo que sucede con nuestras selecciones menores. El oasis que tenemos con la Roja adulta nos ha ocultado el progreso de un desierto que se hace cada temporada más seco y difícil de atravesar.