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Editorial
Martes 25 de julio de 2017
Extranjeros en Chile
La precariedad y dificultad idiomática de la inmigración de Haití obliga a importantes esfuerzos de integración...
Fue una sorpresa no solo para los chilenos, sino para los venezolanos el enorme número de ellos que participó en la consulta organizada por diversos grupos en Chile ligados a la oposición que en Venezuela llamó a rechazar la convocatoria del gobierno de Nicolás Maduro para elegir una Asamblea Constituyente. Fueron más de 40 mil los votantes que en su mayoría se pronunciaron en contra de la opción gobiernista, muchos de los cuales han llegado en los últimos años a Chile huyendo de la grave crisis política, económica y social que vive su país.
No se sabe el número exacto de los inmigrantes que viven hoy en Chile y se espera que el Censo de 2017 aporte luces al respecto.
Con todo, el alto nivel educacional promedio de la inmigración venezolana quedó en evidencia con la gran participación, producto de una excelente forma de organizarse y de su capacidad comunicacional. Llama la atención este entusiasmo por votar, más aún teniendo fresco el resultado de las recientes primarias en las que apenas participaron 6.555 chilenos en el exterior. Habría que dilucidar si fue por mala organización o falta de interés por la política.
En la colonia venezolana en Chile hay un buen número de profesionales universitarios y técnicos que han salido de su país porque no pueden ejercer sus labores de manera adecuada y con libertad. Muchos de ellos son ingenieros (más de tres mil, según acreditaron en la PDI), casi mil médicos especialistas o "integrales comunitarios" (que realizan medicina de atención primaria), y otros 700 contadores.
La inmigración venezolana ha ido en aumento con la profundización de la crisis, y son el grupo extranjero que más ha crecido en término de solicitudes de visa. Solo en 2016, fueron 30.887 las peticiones de visa, según el Departamento de Extranjería e Inmigración; eso sí, superados por los 35.400 haitianos que postularon al ingreso. En general, quienes emigran de Venezuela lo hacen por problemas políticos o de inseguridad, además de los económicos, y, al parecer, estarían dispuestos a retornar a su país si la situación interna mejora.
En el caso de quienes vienen de Haití, esa posibilidad es menor, por cuanto la inestabilidad y falta de oportunidades en la isla caribeña no responde a una situación puntual en la que se visualice una salida pronta, sino que la crisis es endémica.
Las comparaciones no siempre son justas, pero debe reconocerse que el nivel educacional de venezolanos, colombianos y peruanos dista mucho del de aquellos provenientes de Haití, y eso se refleja en el tipo de trabajos que desempeñan en Chile, que son, en general, no calificados.
Otro inconveniente que pesa en contra de la inmigración haitiana es el idioma, puesto que muchos de ellos no hablan español y se les hace muy difícil aprenderlo. En este sentido, es elocuente el hecho de que escuelas que acogen, con gran esfuerzo, niños inmigrantes han pedido que no se les aplique el Simce -que debe tomarse en octubre y noviembre- a alumnos que están aprendiendo el castellano, pues bajaría la puntuación de las escuelas y liceos.
Sin un esfuerzo importante para lograr la integración -que en el caso de los hispanoparlantes se hace menos complicada por tradiciones culturales compartidas-, la situación más precaria de esa comunidad podría alargarse en el tiempo. Aun así, el hecho de que más de 18 mil trabajadores haitianos están en una AFP -con un crecimiento del 40% el primer semestre- es un positivo indicador de que gradualmente se insertan en el sistema.