Para enfrentar la elección en noviembre, Sebastián Piñera tiene que lograr la unidad del sector, conquistar el centro político y mejorar la votación en la Región Metropolitana. Todo depende de su voluntad, su talante y generosidad; también de sus equipos de campaña y la disposición de otros liderazgos del bloque. Probablemente sorteará el desafío en alguna instancia y, finalmente, alcanzará la Presidencia.
Me sitúo en tal supuesto para hablar de retos más exigentes. De al menos dos importantes. El primero deberá enfrentarlo llegando a La Moneda, en un terreno que le será cuesta arriba, no obstante conocerlo bien. Me refiero al dramático panorama económico y financiero que heredará y que analistas de la plaza han presupuestado.
Situación derivada de los gastos comprometidos por el actual gobierno para solventar la serie de servicios gratuitos prometidos a la población, pero sin considerar el mal estado económico y la capacidad financiera efectiva del país. Se requieren enormes ingresos que -según el análisis- tal vez no se obtengan fácilmente antes de los tres años del próximo período presidencial. Recursos que podrían variar entre 1.800 y 4.150 millones de dólares, siempre que ocurran escenarios favorables: PIB tendencial sobre 3%, dólar alto y precio del cobre más halagüeño. Y bajo la espada de Damocles: reducir el déficit estructural anualmente en 2,5 puntos del PIB.
Mas Piñera debería hacer suyo otro desafío superlativo: robustecer el sector político aprovechando su liderazgo. A saber, crear condiciones para elaborar, en conjunto con los nuevos líderes y personalidades del sector, un discurso coherente que permita la unidad en torno a ideas matrices que vienen sosteniéndose desde hace tiempo, pero que no han podido traducirse en una cosmovisión del Chile que se quiere desarrollar y legar a las generaciones futuras. Se entiende que acceder al gobierno, derrotando electoralmente a la izquierda, es una necesidad, pero también debe pensarse en un objetivo superior, como es proyectar una concepción nacional de mayor alcance, que dé sentido y densidad a los "mejores tiempos que vienen", como proclama Piñera. Parece del todo pertinente formular una idea de Estado donde predominen los principios y valores que inspiran al conglomerado.
No se trata de coincidir en todo, porque hay diferencias comprensibles sobre algunos temas, pero también existen serias convicciones compartidas. En otras palabras, se trata de elaborar una ideología, especificando con claridad aquellos planteamientos que constituyen el "ser de centroderecha" en nuestro país, anteponiéndose a las descalificaciones ideológicas anacrónicas, que resultan ser el único argumento proveniente de la izquierda.
Partiendo por tomar conciencia de que la centroderecha es heredera de corrientes de pensamiento que se iniciaron con los padres fundadores de la república y también heredera de partidos democráticos que fueron maduros y relevantes en el siglo XX. Otro ideal es la economía de mercado, por los progresos y mejoras indiscutibles que ha generado en varios aspectos, como se constata en diferentes rankings . Además, Chile sobresale entre las naciones del continente con mejor distribución del ingreso (Informe PNUD), pero al mismo tiempo es del todo razonable implementar controles al modelo para desterrar malas prácticas e implementar adecuaciones en áreas sensibles para muchos chilenos (pensiones, salud).
La economía de mercado es "la" bandera exitosa que se agita, pero es una exigencia exponer también un marco axiológico, un repertorio conceptual y una narrativa de largo plazo. Se trata de levantar una especie de paradigma que identifique a quienes se reconocen del sector.
Chile necesita de una centroderecha vigorosa, para el bien común del país, con un horizonte político actualizado, sensato y auténtico, que encante a ciudadanos corrientes que buscan volver a creer en la política.