Frente a los debates por televisión, una primera afirmación: los periodistas no son tontos. Algún pelo de estas características tendrán, por humanos y perfectibles, pero el veredicto para el conjunto es definitivo: no lo son.
Espero que confíen en lo dicho, algo que les resulta arduo por deformación profesional.
Sabemos que no le temen al poder y sus consecuencias. Obviamente que no.
Ni a los batallones fácticos ni a la legión de lo políticamente correcto. Tampoco.
Ni a las iglesias ni a las instituciones del Estado. Sin duda.
No teman, en consecuencia, lo más difícil: parecer tontos.
También es cierto que las imágenes por televisión provocan erratas, se podría decir.
Joaquín Edwards Bello recopilaba las escritas en los diarios.
Donde dice "Yo mamo con fruición a mi patria", debió decir: "Yo amo con fruición".
Donde dice: "Los conquistadores trajeron de España un cerdo católico", léase "un credo católico".
Tampoco hay que enojarse, porque eso es lo otro con los periodistas en los debates: andan como irascibles, enrojecidos, tensos y con preguntas que son como un centro busca pie, y a la caza de un rebote, un error o un desliz.
Partamos de lo siguiente: el que sabe es el otro, y por eso ustedes preguntan.
¿Nunca han escuchado de parte de un médico o un ingeniero, que ustedes son periodistas nomás? ¿O de un gásfiter, gendarme, telefonista o escort?
Periodistas nomás: ¿han probado las papas con palta?
Era el plato preferido del gran Tito Mundt, un periodista que desde el piso 12 se fue guarda abajo, para decirlo con una expresión fotográfica y arcaica.
Hay otra descripción de la caída, más talentosa y noble: "Murió a la hora en que la tarde se aquieta y los recuerdos y sueños se confunden", según Andrés Sabella.
Papas con palta. Incluso al desayuno.
Aunque no es obligatorio y cada periodista tendrá sus preferencias.
Mundt decía que Jorge Délano prefería algo distinto: "Sueña con el comunismo, despierta con la hoz y el martillo y se come diariamente a un comisario soviético al desayuno".
Y por eso al despertar y a la hora de la acción, preguntan lo que preguntan.
Es por lo que tienen en la cabeza y por eso el sueño. Es normal. Es social, neuronal, psíquico, cultural y nervioso.
Algunos sueñan con un país aislado, conversador y dominado por cinco familias, y eso los enardece e irrita. (Fe de erratas: donde dice "conversador", léase "conservador").
Otros con los premios que nunca les darán, y pese a eso se llenan de méritos.
Algunos con el dinero que les deben, el ejecutivo que los echó o el político que los mira en menos.
Lo importante es que las preguntas sean cortas, que es lo que distingue a un periodista amable:
-¿Se va a servir algo?
-Papas con palta.
Eso es. Nada de cocina fusión o nouvelle cuisine o lo que sea, y tampoco platos inventados para cobrar más caro. Nada de menú rebuscado ni mezclas raras. Nada de disfraces ni ropajes ajenos. Algo simple, sencillo, directo.
Y corto, por favor, porque hay preguntas como discursos.
Acudamos a Edwards Bello y al indio Ojo de Águila, condenado a muerte.
-¿Tiene algo que decir?
-Ha venido aquí para que me ahorquen y no para hacer discursos.