Escribe Allen Ginsberg (Prosa deliberada, UDP) acerca de William Carlos Williams: "Él era alguien no muy distinto a nosotros; para ser exactos, alguien de quien no debes temer un veloz truco metafísico que te imponga un universo alternativo. Ese es todo el punto: lidiar con este universo. Y ese fue un descubrimiento fantástico: que realmente puedes escribir poesía haciéndote cargo de este universo en lugar de crear uno nuevo".
Este homenaje del gurú de la generación
beat a uno de los mayores poetas modernistas de Estados Unidos tiene también una convergencia geográfica: Ginsberg nació en la pequeña ciudad de Paterson, en Nueva Jersey, y Williams le dedicó a esa ciudad su obra monumental en cinco tomos de 1946.
Jarmusch tributa a esas repeticiones cuando también llama Paterson (Adam Driver) al protagonista de su película situada en esa ciudad, un chofer de bus que -precisamente- también escribe poesía, bajo el evidente influjo de William Carlos Williams. El relato está organizado con los siete días de una semana, que comienzan de la manera más igual posible: un plano en picado vertical sobre la cama donde, entre las 6:10 y las 6:27, despiertan cada día Paterson y Laura (Golshifteh Farahani). Él, para salir a conducir su bus urbano; ella, para quedarse en casa pintando objetos en armónicos blancos y negros.
Paterson escribe su poesía de lo cotidiano en un cuaderno "secreto" que lleva de su escritorio al bus, cada día, todos los días. Son buenos poemas, y se necesita cierta distancia para evitar que la insistencia de Laura en declarar lo buenos que son haga dudar de su calidad. Paterson escribe de lo cotidiano -los fósforos, el clima, las cascadas de Paterson, la casa-, aunque conserva una mirada extrañada respecto de esas mismas cosas. Laura es liviana, trivial, repetitiva: su tema son los patrones figurativos. Pero Jarmusch mira con tanto afecto la disparidad de esta pareja, que hasta le dedica una bella noche de cine con
La isla de las almas perdidas, una cinta de 1932 en la que un doctor crea seres mitad humanos y mitad bestias, aunque ellos mismos insisten en definirse como "cosas".
Como suele ser con el cine de Jarmusch, esta es una película jugada a medias. Tiene el tono bajo, desdramatizado, anticlimático, de
Ghost dog, pero al mismo tiempo lanza un desafío de gran escala, como era en
Dead man la revisión del mito del Oeste: esta vez se trata de traspasar al cine el espíritu de
Paterson, el libro, y más ampliamente, la poesía de William Carlos Williams. Jarmusch propone lidiar con este universo, el universo de las cosas y las personas, sin ninguna necesidad de enfrentarse con uno nuevo, ni siquiera el suyo, que es más o menos la misma idea de
Flores rotas y lo contrario de todos los universos paralelos que compiten hoy en el cine industrial de cualquier parte del mundo.
Jarmusch es un cineasta enojoso -por su laxitud fílmica, porque su sentido del tedio es contagioso, porque nunca sabe dónde finalizar-, pero con mucha frecuencia termina por imponer el interés de sus inusuales ideas.
Paterson
Dirección:
Jim Jarmusch.
Con: Adam Driver, Golshifteh Farahani, Rizwan Manji, Chasten Harmon, William Jackson Harper, Barry Shabaka Henley.
118 minutos.