18 de diciembre de 1994. Minuto 78 en el estadio El Salvador. Marcelo Salas (U. de Chile) cae en el área luego de chocar con Juan Rivera (Cobresal). Salvador Imperatore cobra penal. Patricio Mardones anota. El partido termina 1-1. El resultado significa el título para los azules, el fin de una sequía de 25 años sin estrellas.

El video de la jugada se puede encontrar en internet. La calidad de la imagen no es óptima, las cámaras no están bien ubicadas, la U hizo gran campaña ese año, pero me van a disculpar sus hinchas: El título de 1994 está manchado por un penal inventado. ¿Cómo hubiese cambiado la historia de haber existido la posibilidad de que Imperatore revisara las imágenes durante el juego, revirtiendo su decisión?

El uso de la tecnología, ya sea a través de la revisión de videos por parte de los árbitros o cobros automatizados, es una realidad hace años en muchos deportes. Y si bien su incorporación no ha estado libre de polémicas, los beneficios han compensado con creces los costos de las innovaciones. La promoción del juego limpio reencantó a antiguos hinchas cansados de las trampas e inculcó en los nuevos un respeto por las reglas y el cobro justo.

A pesar de su popularidad y los millones de dólares que genera -o quizás por lo mismo-, los avances en este ámbito han sido extraordinariamente esquivos en el fútbol. El atraso sorprende. Piénselo así: A más de treinta años de la mano de Dios de Maradona, es increíble lo poco que se ha hecho para evitar injusticias de ese calibre en dicho deporte.

"Es lo lindo del fútbol, eso da emoción", es la típica justificación. ¿Será que el hincha promedio disfruta de los errores arbitrales? No lo creo. De hecho, tiendo a sospechar del argumento. No tengo que ser "amante del riesgo" para oponerme a innovaciones que hagan el deporte más justo, si sospecho que mi equipo, en promedio, se puede beneficiar de los errores arbitrales. Por eso, no es esa cuota de jugadores teatreros, periodistas mediocres, ni dirigentes corruptos, lo más feo del futbol cómo lo conocemos. Es el hecho de que el hincha no solo ha tolerado, sino también apostado por la trampa.

Afortunadamente, la incorporación de tecnología en el fútbol avanza a pie firme (¿habrá la corrupción detectada en la FIFA ayudado a terminar con el statu quo ?). Y como toda innovación de este tipo, generará perdedores y ganadores. Por ejemplo, sistemas de cámaras detectan sin errores los fuera de juego, terminando con la necesidad de contar con jueces de línea. Sin embargo, los beneficios del progreso serán superiores. La belleza de un deporte no puede pasar por la laxitud en la aplicación de las reglas o la tolerancia a injusticias. Salas no reconocerá que el penal ante Cobresal no existió. Quizás está convencido de que fue falta. Cualquiera sea el caso, el fútbol del futuro debe evitar errores como esos y, con ello, educar al hincha en la importancia de la justicia en el deporte más lindo del planeta.