1) ¿Vale la pena intentar algunos apuntes sobre películas fundamentales, acerca de las cuales ya se ha dicho mucho? Creo que sí. Los clásicos no lo son porque sean piezas que hay que estudiar en la universidad para obtener un diploma. Son clásicos porque siempre que uno vuelve a ellos resultan, al mismo tiempo, familiares y originales. Además, cuando la novedad está sobrevalorada por los medios, es bueno refrescar la memoria.
2) Vista hoy, la trama de "Roma, ciudad abierta" (RCA, 1945), de Roberto Rossellini, es esencial y a la vez una excusa. El héroe parece ser, en principio, el ingeniero Giorgo Manfredi (Marcello Pagliero), un líder de la resistencia italiana en los días, a fines de la Segunda Guerra Mundial, en que Roma está ocupada por el ejército alemán. Pero con el jefe de la Gestapo, Major Bergmann (Harry Feist), detrás de sus pasos, Manfredi en la práctica no tiene más alternativa que limitar el moverse de un lugar a otro. El protagonista comienza a ser entonces el padre Pietro (Aldo Fabrizi), que secretamente colabora con la resistencia y ocupa su investidura para trasladarse por la ciudad sin, casi, levantar sospecha. Todo esto es ineludible, pero Rossellini, sin dejar de lado la coherencia ni la urgencia de lo narrado, guarda mucho espacio a sus personajes y sus relaciones. A lo largo de la cinta aparecen, al menos, 15 personajes muy bien definidos, con rasgos de personalidad claros y nítidos, que se mueven entre complots, redadas, delaciones, romances frustrados, ejecuciones, torturas, suicidios... Al final de la cinta, que dura lo que hoy son habituales 100 minutos, uno se pregunta cómo fue que me contaron tanto en tan poco tiempo. Si fuera tan solo por la forma en que usa la elipsis, desecha lo obvio y sintetiza, "RCA" es una película enorme.
3) Para tener una idea de la influencia de esta película, solo habría que detenerse en Major Bergmann. Con él se cumple la máxima de que una película es tan buena como su villano. En rigor, los antagonistas son dos, Bergmann e Ingrid (Giovanna Galletti), agente de la Gestapo que logra seducir a Marina (Maria Michi), momentánea pareja de Manfredi. Ambos son elegantes, fríos, cultos, despiadados, pero coherentes, posibles, con una extraña relación afectiva entre sí, no completamente explicitada. De aquí salieron, no cuesta mucho verlo, parejas de villanos tan distintas como las de "Intriga internacional" (1959) o "El regreso del Jedi" (1983).
4) El cine y el movimiento de los personajes. Habría que escribir un ensayo al respecto a partir de "RCA". Los personajes hablan y se mueven mucho. Los planos suelen ser amplios, relativamente fijos, pero los personajes siempre están haciendo cosas, desplazándose. Incluso, el anciano postrado en cama está lleno de ingobernable vitalidad. Es la vida que les exige o son ellos exigiendo a la vida. Hoy, el típico cine de festival, que es deudor del neorrealismo por muchas razones (en el uso de actores no profesionales, de realidades casi documentales y de planos abiertos y largos, entre otras cosas), difícilmente entiende esto y prefiere poner a sus personajes en escenas quietas, inmóviles, en una supuesta naturalidad que no tiene nada de natural.
5) Hay que reconocer que la música incidental o el uso exageradamente dramático de ella en algunas secuencias, se siente como lo que más -o lo único que- ha envejecido mal en la cinta.
6) "RCA" sabe escapar del sentimentalismo, pero no por eso deja a sus personajes botados. Su puesta en escena enfría el relato, pero el amor por sus personajes lo calienta.
7) Su visión del cristianismo, encarnado en el padre Prieto, es exaltadora incluso para alguien que hoy no se siente cristiano. En él, el coraje, la calidez, la fe y la lucidez frente a las circunstancias se funden en una sola noble actitud. Ese cristianismo o esa idea del cristianismo, es un animal extinto. Con todo, "RCA" tiene aún la capacidad de invocarlo.
Roma, ciudad abierta
Dirigida por Roberto Rossellini
Con Anna Magnani, Aldo Fabrizi, Marcello Pagliero.
Italia, 1945, 103 minutos.