La historia transcurre en Estados Unidos, pero en un pequeño pueblo de Virginia, donde todos se conocen, porque se trata de un lugar de apariencia amable y personas sencillas.
Es el escenario de las películas en capítulos de los años 80, a veces de la dimensión desconocida y en ocasiones son los relatos que vienen de la cripta.
Es también el terror de la provincia y la clase media norteamericana, que se remonta a Salem y sus brujas, y que está sembrado por las novelas de Stephen King.
"La morgue" es un relato comprimido y resumido en media docena de actores, donde además uno de ellos es un cadáver anónimo, y por eso el nombre genérico de Jane Doe (Olwen Catherine Kelly), la mujer desconocida.
El escenario es un sótano, con espacio para una mesa de operaciones y los utensilios correspondientes, también un grupo de nichos con puertas metálicas, un pizarrón y un par de cámaras que graban lo que ocurre en la sala de autopsias.
El médico forense Tommy Tilden (Brian Cox) siguió el camino de su padre y su ayudante es su hijo Austin (Emile Hirsch), y ya tarde en la noche deben resolver el caso que les dejó el sheriff del pueblo: el cadáver de la mujer.
El viejo Tommy es minucioso en su morgue, Austin saca fotos, limpia y guarda los trozos menores en probetas o bolsa de plástico, con destino al laboratorio.
En la pizarra anotan las conclusiones y lentamente se hunden en el misterio de un cuerpo desnudo e inmóvil, y la fórmula que opera de manera espeluznante es la siguiente: mientras más abren, cortan, separan y seccionan, es menos lo que entienden.
El clima y la atmósfera del miedo a la muerte van en aumento, pese a los hechos tan evidentes, porque ya hay un cadáver y Jane Doe está abierta en canal.
Afuera llueve y una radio encendida anuncia tormentas.
Los tubos fluorescentes repican y se apagan y encienden.
Los Tilden, padre e hijo, avanzan con la autopsia, con paciencia, sin prisa y de acuerdo a los protocolos: bisturí, tijera, sierra, pinzas, alicates cortacandados.
Encuentran un hilo, aparece un paquetito en el estómago, un puñado de piedras, heridas interiores, pulmones casi negros y un trozo de tela del siglo XVII, parece, porque no es fácil de leer debido al líquido, los ácidos y fluidos. Los pocos libros en el lugar algo ayudan -"La Biblia" y un tratado de hierbas venenosas- pero el misterio permanece: lo que no aún encuentran es la causa de la muerte.
"La morgue", en algún punto y en torno a la hora, no logra sostenerse y la necesidad de resolver el misterio conspira contra la película.
El personaje de Emma (Ophelia Lovibond), la novia del joven Austin, es totalmente innecesario.
La historia se desarbola, desordena y desparrama.
Esta era una película que no requería mayores explicaciones ni palabras de más ni efectos inútiles. Era mejor parca, cerrada y ambigua. Era mejor de 45 minutos.
Y que todo quedara en el sótano, donde tres son compañía: los dos Tilden y la muerta.
"The autopsy of Jane Doe". EE.UU.-Gran Bretaña, 2016.
Director: André Ovredal. Con Brian Cox, Emile Hirsch, Ophelia Lovibond.
111 min. 14 años.