Es muy posible que la gente de Universidad de Chile termine este Clausura con gusto a poco. Por virtudes ajenas y defectos propios, la posibilidad de quedarse sin botín alguno este semestre no está lejana, más ahora que en la Sudamericana quedó fuera con justicia ante un rival como Corinthians, que lo superó claramente en la ida y con más matices en la vuelta. Pero si así fuera, pese a todo, será un período de absoluta ganancia para el club azul.
Tres factores indivisibles hacen que estos meses la U sea el equipo que más avances atesore respecto de sus pares. Su evidente mejoría competitiva, la consolidación de una mano técnica personificada en Guillermo Hoyos y el reencuentro con el hincha, no el fanático ciego y acrítico, sino que con el seguidor que había abandonado el tablón ante la secuencia de frustraciones. Universidad de Chile ha vuelto a ser un equipo confiable, un rasgo predominante desde hace décadas en cuanto a jerarquía y prominencia en el escenario local, pero que en las últimas temporadas desapareció de manera dramática.
Como no sucedió con la anunciada y errática llegada de Sebastián Becaccece o con el extravagante arribo de la dupla Castañeda-Musrri, dos de los experimentos técnicos más fallidos que la U tenga memoria en su historia, tanto en lo futbolístico como en el manejo directivo que supuso sus gestiones, esta vez la apuesta por Hoyos tuvo muchísimo más de sensatez que de efectismo. La U recuperó con Hoyos la estructura de un equipo con un criterio de orden dentro y fuera de la cancha, terminando con los episodios de indisciplina y de caudillismo que se evidenciaron bajo las órdenes de los anteriores técnicos. La sensación de serenidad que el actual entrenador suele proyectar y verbalizar en sus intervenciones, ha tenido una representación material en el juego y postura de la U en la cancha, quizás no estrictamente positiva en todos los resultados, aunque por cierto entusiasta por lo que pueda venir.
Era por cierto muy fatuo estimar que de las paupérrimas campañas anteriores se saltara a un estado de excelencia competitiva por obra y gracia de una nueva mano táctica. Sin ir más lejos, era una minoría la que aventuraba una corrección futbolística mayor a la que ha tenido durante el Clausura, casi con el mismo plantel que cumplió torneos olvidables; por eso que el balance no puede abstraerse del estado inicial de este proceso, más allá de revisar un epílogo que puede concluir con la eliminación en primera fase de un torneo internacional y la frustración de un título que se puede escapar.
Las masivas concurrencias y emotivas ovaciones que han cerrado los últimos encuentros de la U, independiente de los marcadores finales, no solo reflejan ese reencuentro con todo el público azul, sino que la comprensión ante las actuales limitaciones, y hasta el agradecimiento por esta nueva época. Pero la devolución de confianza requiere ahora, mirando el futuro, un desafío mayor: la consolidación de la apuesta y, por cierto, el éxito.