Se llama "20th Century Women" y como no hay atisbos de que alguien planee estrenarla a mediano plazo en Chile (por si le consuela, en España tampoco), me permití traducirla literalmente. Porque esta película de Mike Mills (dirección y guión), que pasó injustamente inadvertida en la temporada de los Oscar (una nominación a Mejor Guión Original), se resume perfectamente en su título.
Es 1979 en Santa Barbara, California. Frente a un supermercado se incendia un auto. Dorothea (Anette Bening, magnífica en su rol) deja las compras que está haciendo y mira con su aspecto desgarbado y distraído. Es su auto el que arde, el que le había dejado su marido antes de abandonarla hace años. "Cómo ¡si era estupendo!", exclama mientras llegan los bomberos. "¡Mamá!¡si era un coche viejo!", le dice Jamie (Lucas Jade Zimman), su hijo quinceañero, con ese tonito de fastidio típico de adolescente. Cierto, el cacharro se autoincineró de puro obsoleto.
Es el día de cumpleaños de Dorothea así es que invita también a los bomberos (otro reproche con mirada a la luna de su hijo). Ella nació en 1924, vivió la Guerra, trabajó para el gobierno y allí conoció a su marido, el padre de Jamie. Con él acostumbraban a revisar en el diario los informes bursátiles, cosa que ahora hace con su hijo, con quien también ve "Casablanca" en la TV ("As time goes by" es la música recurrente en "Mujeres del siglo XX"). Mills se inspiró en buena parte en su madre, que amaba esta película, al hacer este filme, Viven en una casona de comienzos de siglo que William, una suerte maestro chasquilla con vocación de artesano, lleva un tiempo arreglando. Es un inquilino más, como Abbie (Greta Gerwig), una joven fotógrafa de pelo rojo y corto, que está controlándose un cáncer cervical y que opina -parafraseando a Celia Cruz- que las penas se van bailando. Y eso hace frenéticamente en su habitación, una práctica que en algún momento terminarán imitando todos. Eso sí, Abbie va por el rock pesado: "la música bonita es para ocultar las cosas feas de la sociedad", advierte y larga una perorata ideológica-cantinflesca.
Tanto Jamie como Julie (Elle Fanning), una chica de 17, recorren calles, plazas y van de una casa a otra, él en patineta, ella en bici. Julie tiene la costumbre de subir por los andamios de la casa de Dorothea para entrar por la ventana de la habitación de su amigo Jamie y quedarse con él.
Las vidas de estas cinco personas están así, conectadas de manera más o menos azarosa, como suele suceder fuera de la pantalla, por lo demás. Y en este sentido, "Mujeres del siglo XX" semeja un docurreality, que hila una sucesión de situaciones -escenas cotidianas, momentos graciosos, problemas- que parecieran carecer de ese clímax que uno siempre espera en una estructura dramática. Pero la vida te da sorpresa ¿no?
A Dorothea -un personaje rico, contradictorio, complejo- le duele sentirse "obsoleta, invisible", pero lo que más le preocupa es su hijo nacido en 1964, "y que cada día conozco menos".
Y lo que a él le exaspera de ella es "por qué te gusta estar triste y sola", como le grita durante una discusión.
Para "hacer de él un buen hombre", se le ocurre pedirle ayuda a Abbie y Julie. Cada una entiende el encargo a su modo.
"Tener un hijo parece lo más difícil", le dirá después una de ellas, que enfrentarán distintos destinos y opciones al hacer familia. "Sí, una vez que lo amas, estás fregada", responde Dorothea.
Estas tres generaciones de mujeres, con sus historias personales a cuestas, establecen ricos contrapuntos. Ser liberal (a veces) es parte de la mezcla contradictoria de Dorothea; el radicalismo de Abbie (que nos brinda escenas memorables), se matiza con la realidad, y la juventud de Julie, cuya madre terapeuta suele incluirla en sus sesiones grupales, le dan el arrojo de expresarse sin temor a ser tachada de cosa alguna.
Esta amalgama de seres compartiendo el mundo, sorteando incidentes y sobre todo intentando ganarle a la vida, en la época que les tocó, es lo más parecido al día a día de un ser humano que vive y muere sobre la faz de la Tierra, sin heroísmos ni sobresaltos dignos de anotar. Más allá de las estrafalarias acciones de Abbie, las zigzagueantes decisiones de Dorothea o peculiares teorías de Julie.
Una película verdadera como la vida misma, con momentos memorables y actuaciones asombrosas.
(En Fílmico, Paseo Las Palmas)