¿Q ué es peor para Colo Colo? ¿Mosa o Vial?
Los accionistas de la SA han elegido a Aníbal Mosa como presidente por un nuevo período. Obviamente, entienden que es el mal menor.
La historia electoral del Cacique es apasionante. La más apasionante de todos los clubes chilenos. El club nació propietario de una inmensa popularidad y esta lo hizo, hasta hoy, una referencia social. Su gran aval fue siempre, hasta hoy, su carácter transversal. En todo sentido. Los albos fueron tradicionalmente mayoría en tribunas y galerías, entre ricos muy ricos y pobres muy pobres, entre políticos y apolíticos, creyentes y no creyentes.
Ese era el mayor capital colocolino. Hoy, según el reelegido presidente, el club se habría decantado por la izquierda. Es un club izquierdista. Eso lo cree él y otros como él.
No es la primera vez que se dicen cosas altisonantes en una situación directiva alba. Ya en 1932 el club fue intervenido tras las acusaciones de profesionalismo del plantel y el inexcusable extravío de los libros contables, situación que se repetiría más tarde, en 1968, año de la segunda intervención. (Aún habría otra, en 1976, pero esta originada en circunstancias políticas, alentadas por personeros cercanos a las autoridades de la época).
Nadie parece poder escapar al embrujo de Colo Colo. Si en su aniversario de 2017 la cita fue en el Mausoleo de los Viejos Cracks, en 1940 fue en el restaurante de la Quinta Normal, en una celebración encabezada por el Presidente de la República, Pedro Aguirre Cerda, con asistencia de quinientas personas. Otros dos mil quinientos albos, sin las monedas suficientes para pagar el cubierto, quedaban afuera. (Ahora muchos invitados no entraron al mausoleo, por temor a que los dejaran adentro...).
Los años 40 y 50 fueron durísimos, debido a la pugna de dos fuertes colocolinos por la presidencia: Róbinson Álvarez Marín y Pedro Foncea. Oradores de fuste, albos hasta la médula, protagonizaron campañas más que ásperas. "Caupolicanazos", desfiles, de todo hubo en sus campañas. Y acusaciones de todo calibre que harían palidecer a los protagonistas de 2017. ¡Calcule!
La larga lucha recién termina en 1953, cuando llega a la presidencia Antonio Labán, tal vez el último de los mecenas del fútbol chileno en cuyo ejercicio se puso la primera piedra de Pedreros.
Más adelante fue la tormentosa época de Guillermo Herrera, ("El chico de la perla", 1964-68), cuyo mandato fue permanentemente objetado por los manejos oscuros de la tesorería. Tan oscuros, que terminó con la intervención de la Asociación Central de Fútbol.
A la intervención siguió Héctor Gálvez, que alcanzó a la preinauguración del estadio y fue más tarde intervenido por presiones políticas y el club quedó en manos de un grupo venido de la banca (concretamente del BHC) que, se suponía, ayudaría financieramente al club. Suposición de la mayor inocencia, según se confirmaría andando el tiempo.
Hoy también la cosa es de plata, como casi siempre. Más ahora, parece: son 14 los millones de dólares en que Mosa promete vender y el Club Social y Deportivo comprar, las acciones de aquel en Blanco y Negro.
De los libros de 1932 nunca más se supo, del aporte del BHC tampoco. ¿Se sabrá ahora?