El título de esta película no puede ser entendido en el sentido coloquial con que se usa el término "fantástica", ni menos, mucho menos, como una ironía. Más bien cabe la primera acepción que da la RAE a esta palabra, que es "quimérica", justamente el término que emplea una mujer enojada para describir a Marina Vidal (Daniela Vega):
"No sé lo que veo... una quimera, veo".
Marina es un transgénero que siente y quiere sentir como una mujer. Su fogoso romance con un hombre separado y 20 años mayor, Orlando Onetto (Francisco Reyes), termina trágicamente en los primeros minutos del metraje y entonces comienza el conflicto de sus sentimientos con la mirada de los demás, la familia de Orlando, las instituciones que rodean la tragedia y, más ampliamente, la sociedad. ¿No es este el conflicto del travestismo en general, la razón por la cual los transgéneros reivindican la igualdad de sus derechos?
Marina encarna ese conflicto desde que aparece en la pantalla: no es ni parece una mujer biológica, y cuando Orlando ha desaparecido su conducta se vuelve huraña, desconfiada, defensiva como la de una persona que ha sido agredida muchas veces. Marina es desagradable -responde a medias, desafía, interrumpe-, incluso con quienes quieren ayudarla (o eso dicen), como la comisaria Adriana (Amparo Noguera), que se propone evitar un proceso judicial... con una previa humillación.
Y más desagradables son, de cualquier manera, los miembros de la familia de Orlando, cuya exclusiva preocupación es que Marina desaparezca para siempre. Este grupo es un segundo centro de la narración y posiblemente el más importante, porque en él recupera Lelio su visión de la familia como la gran fuente de la discriminación, la injusticia, los prejuicios y la mantención del orden conservador. Lelio ha progresado mucho visualmente -aquí, con un notable esfuerzo de poetización de Santiago-, por lo que podría parecer un despropósito referirse a sus trabajos iniciales. Pero él mismo lo subraya: la parroquia desde donde Marina es expulsada se llama La Sagrada Familia, igual que su primera película.
Frente a esa denuncia, se yergue la moral de Una mujer fantástica, intensamente individualista, aislacionista, asocial, más aún que la de Gloria, de la cual es par solo en esta dimensión. De todos los personajes, es muy difícil empatizar con alguien en esta película, pero el relato obliga a ponerse del lado de Marina de una manera tan imperiosa, tan identificatoria, tan de tolerancia y comprensión y corrección política, que se termina con la percepción de un laborioso trabajo emprendido con gran convicción y dudosa importancia.
Una mujer fantástica
Dirección:
Sebastián Lelio.
Con: Daniela Vega, Francisco Reyes, Luis Gnecco, Aline Kuppenheim, Amparo Noguera, Nicolás Saavedra.
104 minutos.