Aquí está otra vez Xavier Dolan, el "niño terrible" del cine canadiense: en posición de narrador en off, Jean-Louis Knippel (Gaspard Ulliel) informa que viene a visitar a su familia después de 12 años "para anunciar mi muerte". "Veremos cómo va", agrega. Es un "comienzo Dolan", como el de Mommy y la descripción de la nueva ley S-14, que permitiría a los padres internar a sus hijos problemáticos. Un comienzo destinado a sembrar la tensión desde el primer minuto. Tensión es muy poco: en verdad, sembrar el pánico.
Jean-Louis tiene 34 años y ya es un escritor afamado y triunfante. Hace 12 años dejó a su familia, que ha seguido su carrera por los diarios. No volvió nunca más a la casa, aunque siempre mandó postales en los momentos importantes para cada uno: su madre, Martine (Nathalie Baye), desbordada, impetuosa, alegre hasta el exceso; su hermano mayor, Antoine (Vincent Cassel), un hombre frustrado, atado al pueblo y la casa; su cuñada Catherine (Marion Cotillard), una mujer dulce e insegura a la que recién viene a conocer; y su hermana menor, Suzanne (Léa Seydoux), ansiosa, aprisionada, carente de figura paterna,
La llegada de Jean-Louis crispa a la casa. Todos quieren contarle cosas, oírlo, saber más de él; y todos desean también otras cosas, más inexpresables y secretas. Una corriente subterránea de violencia se pone en marcha con esta visita. Pero Jean-Louis es introvertido -demasiado melancólico para su rabioso hermano Antoine- y lo es más ahora que viene con un propósito que todos ignoran. En el momento más conmovedor del relato, es la madre quien le explica a Jean-Louis cuál es su nuevo papel en la familia, y entonces se revela que esta mujer exuberante, excéntrica, es la verdadera inteligencia y el pegamento del hogar.
Es una película "de cámara", con solo cinco personajes (cinco superestrellas del cine francófono) alrededor de una casa, sometidos a un intenso enfrentamiento consigo mismos a partir de un pasado secretamente herido. Dolan tiene un increíble talento para cargar todas sus escenas con una tensión insoportable. Cada diálogo, cada mirada, cada silencio es como una mecha encendida. El montaje funciona como un cuchillo de dientes gruesos: cada cambio de plano produce un sobresalto, una rajadura emocional.
La acción queda reducida a su fase anterior, la emoción que la precede. No pasan muchas cosas, y sin embargo pasa de todo por el convulsionado interior de los personajes. Es un insólito ejercicio de incoherencia narrativa con barroquismo emocional.
Es solo el fin del mundo no tiene el vigor visual de Mommy, pero comparte con ella la visión desesperada de la familia, la angustia de su disfuncionalidad y, sobre todo, la ambivalencia moral de sus seres. Un cine originalísimo, indispensable.
Juste la fin du monde
Dirección: Xavier Dolan
Con: Gaspard Ulliel, Nathalie Baye, Vincent Cassel, Léa Seydoux, Marion Cotillard.
97 minutos.