El discurso de Piñera con el que anunció su candidatura tuvo un poco de todo, aunque prevaleció la enumeración de metas y políticas. La duda que surge es si es eso lo que se desea, más allá de la necesaria eficiencia para ordenar todo el desbarajuste del quehacer gubernativo. La pregunta fundamental es si en el Chile de hoy basta con el anuncio de un conjunto de acciones que aparecen más o menos coherentes y que apuntan a objetivos cuantificables, o si no hay que movilizar las fuerzas más íntimas, aquellas que dan sustento a la vida de cada uno y que, al calzar con las de muchos, permiten descubrir que hay una mística que une y que impulsa hacia el futuro.
La enumeración de acciones a realizar no es más que un discurso sustantivamente de izquierda: una receta mágica para denunciar un presente perverso y que permitirá llegar a un mundo perfecto. Receta efectista que no se hace cargo de nuestras debilidades y fortalezas humanas, de nuestros anhelos, fantasías y deseos íntimos y de la conciencia de nuestra condición débil, sino que expone la solución perfecta y el solucionador exacto. Para ello están su ideología y sus "programas", que se elevan a la categoría de dogmas envueltos en el odio, más que de clases, a todo lo existente. Y si a eso pueden agregar una figura caudillesca, tanto mejor.
El problema básico que enfrentamos como país es de carácter anímico, y se manifiesta en apatía y desinterés por lo político y por la conducción colectiva, lo que, además, nos aleja a los unos de los otros privilegiando lo individual. Hoy nos falta ese impulso interior que es la mística: movilizar los ánimos resaltando aquellas fuerzas que nos reúnen en torno a fines más allá de lo cuantificable y enfrentar unidos el llamado del futuro. Abarcar lo infinito con los brazos abiertos e invitar a cada uno afirmando que todos tenemos un papel protagónico en la construcción del futuro común, a pesar del pequeño marco en el que se desenvuelven las vidas particulares. Y de allí derivar acciones y políticas a seguir.
A Piñera le cuesta comunicarse con el sentido profundo de las personas. Su autoproclamación resaltó esta debilidad. Además, las negociaciones políticas previas, públicas, trabajosas y muchas veces fuertes, contribuyen por lo general a llegar a estos fondos anímicos tan fecundos. Ellas siempre han anticipado las candidaturas triunfantes. Los meses de campaña que vienen, y las dificultades inevitables que se presentarán, constituyen una oportunidad para enlazarse con los votantes.