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Editorial
Domingo 02 de abril de 2017
LA SEMANA POLÍTICA
Lejos de las utopías de ingenieros electorales, no es a golpe de leyes como se renueva la política, sino producto de la mística y la convicción que puedan suscitar los proyectos...
Lo que se está jugando en la izquierda
Solo ahora la Nueva Mayoría parece entender la naturaleza del desafío que le plantean los nuevos grupos de izquierda surgidos al alero del movimiento estudiantil de 2011. Si primero los miró con complacencia, cual aliados en la oposición al primer gobierno de Sebastián Piñera, y luego intentó cooptarlos cediéndoles espacio parlamentario y ofreciéndoles cargos en el Gobierno, hoy constata cómo esos mismos grupos declaran al oficialismo su adversario, y explicitan la voluntad de disputarle los espacios de poder. En el intertanto, la centroizquierda, que como Concertación exhibía un capital de gobernabilidad y moderación política, incorporó irreflexivamente a su programa las consignas de aquellos sectores y renegó de su propia obra. Sumida en la confusión, ha terminado pagando el precio de alienar a parte de sus votantes históricos sin por ello conseguir la adhesión de quienes se mueven bajo lógicas de permanente radicalización.
La creciente conciencia de esta situación -similar a la experiencia vivida por el socialismo español a manos de Podemos- explica en parte los movimientos actualmente en desarrollo dentro de la coalición gubernamental. Así se entienden, por ejemplo, las críticas y la distancia respecto del Frente Amplio que empieza a marcar Alejandro Guillier, hasta hace poco empeñado en ganarse la simpatía de los ex dirigentes estudiantiles. La propia opción de Guillier, que parecía incontrarrestable según el tradicional criterio de elevar la conveniencia electoral a factor dirimente, hoy sufre fuego amigo, y se observa por primera vez algo debilitada; esto último, no solo por su estancamiento en los sondeos, sino también por la convicción de quienes estiman que la viabilidad futura de las fuerzas que hoy integran la Nueva Mayoría pasa por un ejercicio de claridad conceptual y de recuperación de perfiles. Nítido se manifiesta esto en la profundidad del compromiso de la DC con Carolina Goic, contrastante con la experiencia sufrida por Claudio Orrego cuando hace cuatro años se enfrentó a Michelle Bachelet, pero incluso inimaginable hace apenas meses. Ciertamente, el fenómeno explica también la persistencia del ex Presidente Lagos en mantener a flote, contra todas las encuestas, una candidatura sustentada en ideas
El valor de un proceso histórico
Burdamente caricaturizado por los adalides del ultrismo, el proceso vivido por el sector más relevante de la izquierda chilena en las últimas tres décadas no solo permitió a esta construir una alianza con el centro exitosa electoralmente, sino también validar su propia capacidad de gobierno luego de la desastrosa experiencia de la Unidad Popular. Lo que después algunos cuestionaron como renuncia a principios fue en verdad el resultado del convencimiento -duramente aprendido- de que un país necesita avanzar sobre la base de consensos mínimos.
Tienen razón los dirigentes que hoy, ante la amenaza del Frente Amplio, vuelven a reivindicar aquella renovación ideológica que los situó en las fronteras de la socialdemocracia, y piden reflexionar sobre el tipo de izquierda que Chile necesita. Con todo, corresponde también a ellos asumir la responsabilidad de haber sido parte de un gobierno que, con sus políticas fundacionales y deficitaria gestión del Estado, ha dañado profundamente el proyecto de una centroizquierda moderna. Peor aún, incluso ahora persiste en la confusión conceptual y el ideologismo, evidentes en situaciones como el asentimiento acrítico de la subsecretaria de Derechos Humanos frente a cuestionamientos internacionales que distorsionan la realidad de la violencia en La Araucanía.
Refichaje: máquinas en acción
Si semanas atrás el futuro de las colectividades históricas se veía incierto producto de las dificultades para refichar militantes, los últimos reportes hacen probable que la mayoría alcance a cumplir las exigencias fijadas por la ley. El contraste entre la anterior lentitud y la aceleración actual no parece obedecer a una experiencia de revitalización política como la que pretendían algunos de los teóricos que concibieron esta normativa. Sin la irrupción de otros fenómenos que lo expliquen, resulta más pertinente atribuir la mayor velocidad en la recolección de firmas al progresivo afinamiento de las "máquinas partidarias en una tarea que no desarrollaban desde la recuperación de la democracia.
Lejos de las utopías de ingenieros electorales, no es a golpe de leyes como se renueva la política, sino producto de la mística y la convicción que puedan suscitar los proyectos. Indicadores de ello -muy superiores al mero recuento de firmas- serán la capacidad de la centroizquierda para adoptar opciones que vayan más allá de la conveniencia cortoplacista, o la de la candidatura de Piñera para convocar en su elenco parlamentario a figuras dispuestas a arriesgar capital político en contiendas de resultado incierto.