Es interesante la premisa de esta película chilena: un fiel católico, Domingo (Daniel Muñoz), descubre que no siente arrepentimiento alguno cuando asesina por accidente a la secretaria de la empresa donde trabaja. Por eso, decide pecar intencionalmente una y otra vez como una manera de encontrar su perdido sentido de la culpa. Suena interesante, pero la ejecución de esta idea peca de una excesiva disociación con la realidad, y entre los pocos cables a tierra que evitan la completa inverosimilitud de su monocorde relato está un extraordinario Roberto Farías: el sacerdote-amigo-buena-onda de Domingo, quien lo confiesa constantemente y cuya presencia, con pequeños gestos, cero sobreactuación y notable talento, es un bálsamo de naturalidad y un férreo asidero a una chilenidad más tangible y quizás por eso más pesadillesca que la propuesta inicial. Correctamente hecha desde el pulso del cine independiente, "El cordero" avanza por su carril de cine arte, como la mayoría del cine chileno que es sinónimo solo de cine arte (para bien o para mal), con los códigos y usos de un tipo de cine-ensayo de "fórmula" que puede (casi siempre para mal en el caso chileno) encasillar historias y personajes en ideas que suenan bien desde afuera, pero que desde adentro quedan a medio camino. Afortunadamente, hay actores como Roberto Farías, que saben escabullirse de esas pretensiones y que resultan las estrellas de un escape espectacular de esa jaula.
Chile, 2014. 90 min. 14 años.