Así como está de ajustada la disputa por los cupos sudamericanos para Rusia 2018, el reclamo de Bolivia ante el TAS por la sanción administrativa de la FIFA, que le restó un punto en las eliminatorias por la errónea inscripción de un jugador ante Chile (y que a la Roja le significó ganar dos unidades), no iba a tardar en recibir esa solidaridad tan propia de las naciones, que de tanto en tanto usufructúan del espíritu bolivariano cuando los intereses de pueblos hermanos son superiores a los beneficios de otros pueblos igual de hermanables.
La miseria deportiva -que aquí no se diferencia de la política o económica- se manifiesta sin tapujos en este tipo de circunstancias, cuando apremia sacar ventaja por donde se pueda: en los pasillos de la FIFA o de otros organismos internacionales
ad hoc, en las sedes de las asociaciones o en los mismísimos camarines de los equipos, si es necesario. Como hace largo tiempo no se veía por estas tierras, la atribulada Argentina está más interesada que la propia Bolivia en que a los altiplánicos se les reintegre el punto y, consecuentemente, se le descuente a Chile. Y si esto se consigue apelando al Tribunal de Arbitraje Deportivo, para que corrija un fallo de la FIFA, da exactamente lo mismo que el reglamento del organismo que la rige haya dictaminado la sanción. La FIFA es una entidad legítima hasta que no se mete en los bolsillos de los dirigentes. Que Ecuador, Uruguay y Colombia se sumen a este listado de requirentes abunda las explicaciones.
Lo que en un momento fue un riesgo de enturbiar las clasificatorias por los informes de Chile y Perú contra Bolivia, ya es una triste realidad. La competencia puramente deportiva ha excedido los límites de la cancha, sea por razones casuales o discrecionales, y desde aquí en adelante, incluso antes de que el TAS se pronuncie, habrá que comenzar a mirar con cuidado una serie de factores de controversia que parecían semidesterrados: arbitrajes, sanciones a las localías, programación de los partidos y una serie de detalles extrafutbolísticos que influyen en el resultado.
Si bien la paranoia es un trastorno autorreferente y en esa condición cada gesto se puede interpretar como una amenaza, es preocupante que en Chile aún no se advierta alguna reacción directiva en orden a defenderse de una clara postura ofensiva de las otras asociaciones. Por cierto que a nadie le agrada conseguir los puntos por secretaría, como la FIFA se los concedió a la Roja, y menos si estos terminan convirtiéndose en trascendentales para una clasificación. Pero dadas las circunstancias, además de intentar por todos los medios de llegar a Rusia prescindiendo de esta ayuda administrativa, nunca sería una exageración que de pronto en la ANFP alguien se avive e intente, en conjunto con los "hermanos peruanos", una suerte de estrategia para evitar que el TAS se filtre en los infranqueables muros jurídicos de la FIFA, que de "lealtades" o "traiciones" bolivarianas no tiene la más mínima idea.