Esta semana se dieron a conocer las cifras de empleo del trimestre móvil noviembre 2016-enero 2017. El Instituto Nacional de Estadísticas (INE) informó que la tasa de desempleo nacional aumentó a 6,2% desde un 5,8% 12 meses antes (al comparar en 12 meses se corrige el efecto estacional). Y aunque esto revela un aumento del desempleo, algunos se han sorprendido de que en una economía que crece tan poco (apenas 1,5% en 2016 y sin esperanzas de mejora significativa en 2017) el desempleo no aumente más. Parte de la explicación está en que se considera igualmente empleado a quien tiene un trabajo de jornada completa que a quien trabaja unas pocas horas, y hay evidencia de muchos que pierden empleos asalariados y pasan a trabajar por cuenta propia unas pocas horas; eso no afecta la cifra de desempleo que reporta el INE. Pero para entender mejor la realidad del mercado laboral, hay que analizar con más detalle las cifras de empleo y no quedarse solo con la tasa de desempleo. Y este es un momento propicio para hacer un análisis más profundo del tema de empleo en Chile.

La verdad es que la creación de empleo ha disminuido fuertemente, desde niveles en torno a los 286.000 empleos anuales en 2010-2013, a 110.000 en 2014-16, y apenas 87.000 en 2016. Esto ya es preocupante. Pero lo es aún más el hecho de que los empleos creados en el último año son puros cuenta propia (92.000), en tanto que se han destruido 68.000 empleos asalariados. ¿Quiénes son los cuenta propia? Lamentablemente, no se trata de emprendedores; en su gran mayoría son personas que trabajan en labores precarias, como el comercio ambulante de calle. Es decir, son empleos de menor calidad, sin contrato, ni seguro de desempleo, ni contribuciones de seguridad social. Además, su capacidad de generar ingresos es considerablemente menor a otros tipos de empleo. En efecto, de acuerdo con las cifras de la última encuesta NESI, el ingreso laboral de un empleado por cuenta propia es aproximadamente la mitad de un asalariado.

Este problema se compone aún más con el subempleo, que corresponde a personas que no están ocupadas plenamente; ellas están subutilizando sus capacidades y, por tanto, tienen una forma de desempleo encubierto. Puede tomar la forma de subempleo horario, en que el trabajador tiene una jornada parcial, pero en forma involuntaria, ya que le gustaría y está disponible para trabajar más horas en forma inmediata o en el corto plazo; o subempleo por competencias, es decir, el trabajador se encuentra en un empleo que requiere competencias menores a las que posee. Al trimestre noviembre 2016-enero 2017, el aumento anual de empleos con alguna forma de subempleo fue de 70.000, con una destrucción de 5.000 empleos sin condición de subempleo.

El análisis anterior nos revela que el problema principal de nuestro mercado laboral es el deterioro en la calidad del empleo que está creando la economía chilena, más aún que la caída en la cantidad de empleos que estamos creando. No cabe entonces celebración alguna, ni menos proclamar -como hizo una autoridad- un "círculo virtuoso" del empleo. Más bien, estamos en presencia de un fuerte retroceso, tanto en la creación de empleo como en la calidad de empleos creados.

Que la economía chilena esté creando mucho menos empleos no debería sorprender a nadie cuando nuestro país no logra crecer ni siquiera al 2%. Y si el mercado laboral estuviera boyante, las encuestas así lo reflejarían. Sin embargo, la percepción de los chilenos al respecto es muy negativa. En la última encuesta Adimark, al evaluar el desempeño del Gobierno en empleo, solo un 26% lo considera positivo, en tanto que el 67% lo reprueba.

Para recuperar nuestro mercado laboral hay que volver a crecer en serio. Esto mejoraría no solo el número de empleos creados, sino la calidad de esos empleos. Así lo revela, por ejemplo, lo ocurrido entre 2010 y 2013, cuando se crearon 1.144.000 empleos, el 69% de los cuales fueron asalariados y el 82% no tenía condición de subempleo.

Felipe Larraín B.
Director Clapes UC