Esta colección de cuentos de Carolina Melys, otra joven debutante en el género narrativo, enriquece más aún un paisaje ya bastante poblado de libros que vale la pena leer. Melys trabaja un doble dispositivo. De un lado, el territorial, donde el pueblo de Andacollo, algún poblado costero y desangelados barrios de Santiago componen un paisaje áspero y poco acogedor, donde hasta el familiar sonido de las olas se tiñe de melancolía. Contra la imagen oficial de la loca geografía y su potencial turístico, en los cuentos de Melys hay arenales, calor, blancos pasillos de hospital, luminosos "como solo los hospitales pueden iluminar las paredes, con cierta fluorescencia artificial que da escalofríos", "pueblos demasiado pequeños para sus ambiciones". Y sobre ese fondo se desarrollan tramas situadas entre fines de los 80 y comienzos de los 90, en la transición, o en un tiempo tan contemporáneo como indefinido. Historias que recogen las ambivalencias de la época, el dolor acumulado y las pesadas herencias familiares. Aquí, Melys se inscribe con claridad en lo que la académica Lorena Amaro bautizó como "la literatura de los hijos", las vivencias de una generación que establece su identidad a partir de dos experiencias históricas muy diferentes.
La cuestión de la herencia es clave en estos relatos. El abuelo torturador, el cáncer como recorrido familiar, la tos que se repite ya por tres generaciones, el tío militar cuya trayectoria marca a la familia, la religión de los padres se tornan en factores de cuyo peso es muy difícil librarse; al mismo tiempo, los relatos están plagados de ausencias, de las madres, de los padres, de una hija, indicio también de familias quebradas, aunque sea, como ocurre en "Las historias que nos contamos" (o cómo nos autoengañamos) y en "Uniformes", un relato casi clásico sobre vivencias escolares que marcan un paso de madurez, solo una ausencia, solo una omisión. El cuento que da título al volumen, aunque toca además el tema de la ausencia -esta vez de manera explícita, a través de la imagen de la madre dividiendo un colchón a cuchillazos para reforzar el hecho de que el padre las ha abandonado-, es el más logrado del libro, por la cuestión que interroga a Laura, la protagonista. A pesar de su ateísmo, busca cuerpos que, por su vida de santidad, resistan el destino natural, la corrupción, el polvo que todos seremos. Una búsqueda como aquella, sobre todo si se articula desde la ausencia de Dios, deja suspendidas muchas otras preguntas, pero en la arquitectura del relato, no en la enunciación explícita.
Carolina Melys.
Montacerdos Ediciones,
Santiago, 2016.
108 páginas..