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Editorial
Lunes 20 de febrero de 2017
Enfoques internacionales
La decisión del gobierno venezolano de ordenar la suspensión de las transmisiones del canal de noticias CNN en Español se ha transformado en el más reciente episodio de un largo historial de conflictos entre el chavismo y los medios de comunicación...
Otro golpe chavista a los medios
Según la Comisión Nacional de Telecomunicaciones de Venezuela, la señal estadounidense habría difundido contenidos que "atentan contra la paz y la estabilidad" del país. Sin embargo, lo concreto es que la medida se consumó luego de que el canal emitiera un reportaje sobre la supuesta venta de visas y pasaportes falsos a personas vinculadas con el terrorismo y el narcotráfico en la embajada de Venezuela en Irak. El espacio incluyó el testimonio de un ex funcionario venezolano de esa representación diplomática.
La verdadera guerra contra los medios de comunicación venezolanos y extranjeros iniciada por Hugo Chávez y que Nicolás Maduro mantiene hasta la fecha se ha concretado de diferentes formas, desde la suspensión de las concesiones hasta la compra forzada, pasando por la restricción de insumos o la agresión directa a periodistas.
De esta forma, el gobierno, lejos de cautelar la estabilidad de un país que atraviesa por una de las peores crisis políticas y económicas que se haya visto en Latinoamérica en las últimas décadas, restringe a sus ciudadanos -una vez más- el derecho al libre acceso a la información.
Junto con las elecciones periódicas, la alternancia de fuerzas políticas en el gobierno, el contrapeso entre los poderes del Estado y el respeto a los derechos humanos, la libertad de prensa es uno de los atributos de un régimen democrático. Por eso es importante que este lamentable episodio no quede en el olvido y los gobiernos de la región no permanezcan silenciosos ante el atropello de un derecho básico.
Trump y la cuestión palestina
El anuncio hecho por el Presidente Donald Trump respecto de que Estados Unidos ya no insistirá en la existencia de dos Estados como condición para un eventual acuerdo entre israelíes y palestinos representa un importante giro frente a lo que había sido la posición de Washington. La declaración se produjo en el marco de la reciente visita del Premier israelí, Benjamín Netanyahu.
Estados Unidos ha jugado un relevante papel en el acercamiento entre israelíes y palestinos, desde que en 1993, durante el gobierno de Bill Clinton, Yitzhak Rabin y Yasser Arafat se dieron la mano por primera vez en los jardines de la Casa Blanca. Luego, en 2002, George W. Bush expresó su visión de que debían existir dos Estados, planteamiento que posteriormente Barack Obama apoyó hasta el final de su mandato.
Esta decisión de Trump podría distanciar a Washington de los sectores palestinos comprometidos con el proceso de paz, para quienes la aspiración de un Estado soberano es irrenunciable, al tiempo que podría acabar fortaleciendo a sectores menos proclives a la negociación, como Hamas.
Del mismo modo, el hecho de que el Mandatario reiteradamente haya planteado la posibilidad de trasladar la embajada estadounidense desde Tel Aviv a Jerusalén podría tensionar aún más la situación entre israelíes y palestinos, pero también entre EE.UU. y los países árabes de la región.
Una arista compleja es la posibilidad de un retroceso luego de los esfuerzos que habían venido realizando todos sus predecesores para construir una base de confianza sólida que permitiese avanzar en la resolución de uno de los más antiguos conflictos pendientes en Medio Oriente.
La impredecible amenaza de Norcorea
El cinematográfico asesinato de Kim Jong-nam, medio hermano del líder supremo de Corea del Norte -ocurrido en el aeropuerto internacional de Kuala Lumpur-, así como la apoteósica celebración del 75º aniversario del nacimiento de Kim Jong-il, han desviado de manera efectiva la atención mundial del reciente ensayo balístico norcoreano.
El lanzamiento del Pukguksong-2, proyectil de alcance intermedio-largo que sería capaz de transportar una ojiva nuclear, coincidió con la visita del Primer Ministro japonés, Shinzo Abe, a Washington y se interpreta como una prueba destinada a medir la capacidad de reacción del nuevo gobierno estadounidense.
La respuesta al régimen de Kim Jong-un no tardó en llegar y el Presidente Trump aseguró que "Corea del Norte es un gran problema y vamos a tratarlo de forma muy contundente".
Lo cierto es que desde la década de 1990 que Corea del Norte se ha convertido en un foco de preocupación para la comunidad internacional, considerando que en 2016 Pyongyang concretó su quinto ensayo nuclear en diez años, lo que se suma -precisamente- a la existencia de este programa de misiles balísticos.
Las numerosas sanciones impuestas por Naciones Unidas, así como todas las gestiones de EE.UU. y otras potencias mundiales para frenar los planes militaristas de la dinastía Kim, han demostrado ser por completo ineficaces.
En este contexto, el verdadero "actor clave" es China, país que se convirtió en aliado de Norcorea durante la guerra que arrasó la península entre 1950 y 1953. De modo que para Trump será fundamental mejorar la relación con Beijing -dejando de lado la amenaza de una posible guerra comercial- para apelar a su influencia sobre Pyongyang. Una tarea tan delicada como urgente.