Nada asegura que el resultado del proceso democrático pavimente siempre el camino del progreso. América Latina lo sabe. Ha brindado penosos ejemplos. Entonces, ¿cómo blindar el mejor sistema de organización social que ha producido el ser humano de los daños que puede causar un mal gobierno?

"Con buenas instituciones", responderá quien haya leído del tema. Por de pronto, es la tesis central del popular libro "Por qué fracasan las naciones", de Acemoglu y Robinson. ¿Pero de qué instituciones estamos hablando? Ahí el misterio. Sí, la historia ofrece ejemplos, pero quien quiera recurrir a ellos termina haciendo el trabajo del astrónomo que estudia las estrellas: los datos le dicen lo que pasó hace miles de años, no lo que ocurre hoy.

¡Y quién lo diría! Lo que sucede en los EE.UU. parece darnos nuevas claves en este tema. Todo gracias a los primeros treinta días de la presidencia de Donald Trump. Es que "The Donald" ha cumplido con todas las expectativas: su breve administración ha sido funesta. El traje de Presidente le queda volando. Por eso, la oportunidad única: observar en tiempo real cómo las instituciones de una sociedad de acceso abierto traban el accionar de un mal gobierno.

Saquemos cuentas. Trump ya chocó con al menos tres sólidas "murallas": la cultura cívica del ciudadano promedio, la independencia de los medios de comunicación y la separación de los poderes del Estado. El caso de la senadora republicana Lisa Murkowsiki ilustra lo primero. Miles de llamados de los residentes de Alaska (su estado) la llevaron a no apoyar a la nominada presidencial para la Secretaría de Educación, contradiciendo la orden del partido. Respecto de los medios, canales de televisión y diarios se han lucido. Una y otra vez han puesto en aprietos al Presidente. La caída de su asesor de seguridad nacional, Michael Flynn, fue el resultado del trabajo periodístico. ¡Bien por la prensa! Y en cuanto a la separación de poderes, recordemos que bastó un juez federal de Seattle para suspender el polémico decreto migratorio del Presidente. Argumentó el juez: "Nadie está por encima de la ley, ni siquiera el Presidente". ¿El marcador? Instituciones 3 - Trump 0.

Pero esto está partiendo y nada sugiere que el Presidente cambiará su forma o fondo. Y no sería raro que el siguiente choque no sea con la Constitución, sino con las normas de los estados en cuanto al gasto público y su financiamiento, las libertades de asociaciones privadas y las leyes que penan los conflictos de intereses entre los legisladores y los negocios. Esa colisión hay que registrarla, pues es allí donde se sustenta el desarrollo de los EE.UU., en la protección del capitalismo de sus enemigos (muy distinto de toda América Latina).

A pesar de que los muros institucionales han sido contención efectiva durante el primer mes de la administración Trump, los riesgos de daño persisten. Pero mientras más profundo opere, más fuerte será la resistencia. Lo observado hasta ahora es sugerente: frente a las instituciones ha perdido por goleada. Que siga el Ole.