Es difícil saber quién tiene la razón en la disputa de la Minera Escondida, aunque ya hay un perdedor: Chile. La empresa se queja de la mala fe de los huelguistas y destaca los actos de violencia, que van desde la intervención de encapuchados hasta el bloqueo ilegal de vías de acceso a la mina. Los trabajadores, por su parte, acusan a la empresa de inflexibilidad y sostienen que carece de un real interés para resolver el problema, especialmente en este momento, en que las acciones de BHP-Billiton están en alza.
¿Qué podemos hacer nosotros, los perplejos ciudadanos? Lo más fácil sería oír ambas versiones, sopesar sus argumentos y formarnos nuestra propia idea sobre quién dice la verdad. Lamentablemente en este caso no es posible, y no por culpa de los trabajadores. Si uno escribe http://www.sindicatoescondida.cl, se encontrará con una página muy bien presentada, donde aparecen actualizadas todas las notas de prensa, incluidas las entrevistas televisivas al vocero de los trabajadores. Están los nombres de los directivos del Sindicato Nº 1, se explica quiénes son, y se recoge su correo electrónico y hasta el número de su celular.
Muy distinto es el caso de la empresa. Mientras el Sindicato se tomó la molestia de poner una página en internet, el sitio www.escondida.cl dice "Service Unavailable". Parece que la mina de cobre más grande del mundo no tiene una modesta página en internet. Pobreza franciscana. Y si para averiguar algo sobre ella, vamos a la página de BHP-Billiton, nos encontramos con una información mínima e irrelevante.
Perdón, no quiero ser injusto: la Fundación Minera Escondida sí tiene una página, que nos permite saber que el Concurso Regional de Ilustración ya tiene ganadores, o que los directivos de Mejillones terminaron su diplomado sobre articulación. Pero sobre la huelga más importante del momento en Latinoamérica, BHP-Billiton parece no tener nada que decir a los chilenos. No corre ningún riesgo, ni siquiera nos entrega los nombres de sus directivos.
El silencio de esta compañía anglo-australiana, o al menos de sus ejecutivos chilenos, es elocuente, porque constituye una muestra de un estilo que ha causado grandes daños al prestigio de la actividad empresarial. De acuerdo con él, las empresas deben tener un perfil muy bajo y sólo reaccionar en momentos de crisis a través de lobbistas y agencias de comunicación. Esto podrá haber sido válido en otros tiempos, pero hoy la sociedad se ha vuelto mucho más exigente y desconfiada.
En una época socialista como la nuestra, donde una parte importante de la opinión pública clama por transporte estatal, salud estatal, pensiones estatales, educación estatal y mineras estatales, las megaempresas tienen que hacer un esfuerzo para convencernos de que su actividad es realmente beneficiosa para la sociedad. Parecen olvidar que estamos en una democracia.
Además, la impericia de la minera también es elocuente en otro sentido. Uno podrá pensar lo que quiera de los sindicalistas de Escondida, pero no puede negar que saben lo que hacen. ¿Sucede lo mismo con nuestros ejecutivos? ¿Están realmente preparados para trabajar en conjunto con los sindicatos, lo que incluye oírlos, entenderlos, discutir con ellos y negociar?
Aquí muchas universidades están al debe. Si uno examina las mallas de las carreras de Ingeniería en Minas, Ingeniería Industrial o Ingeniería Comercial, constatará que en ellas se explican ecuaciones, finanzas o geología, pero apenas hay cursos que enseñen a los alumnos a entender el mundo en que tendrán que trabajar. Así, en nuestros programas de estudios, los sindicatos son vistos como un elemento molesto, como un escollo que hay que superar para que la empresa pueda trabajar con tranquilidad.
Los alumnos, por su parte, no aportan mucho que digamos. Normalmente, su mentalidad utilitarista los lleva a no ver más allá de sus narices. Si algo no les entrega dividendos a corto plazo, lo consideran irrelevante. Después, cuando tengan problemas y no sepan qué hacer, ellos y sus profesores le echarán puerilmente la culpa al Partido Comunista.