La zona es el oeste de Texas, desértica y extensa, y lo que las imágenes muestran es la pobreza y abandono de un sitio derrotado, desolado y en venta, porque el progreso cambió de viento y de rumbo, escasean los jóvenes y hay mucho viejo suelto. Y la mayoría con pistolas.
Los hermanos Tanner (Ben Foster) y Toby Howard (Chris Pine) decidieron tomar un camino corto y peligroso: atracar pequeñas sucursales del Texas Midlands Bank, que compró barato a los granjeros y cowboys necesitados, y con paciencia y dividendos arruinó a gente como los Howard.
Tanner tiene prontuario, 39 años de vida y 10 de cárcel; Toby, una familia sucia y hambrienta, y ambos huyen con botines de pocos miles de dólares en billetes pequeños y arrugados.
Ladrones de poca monta y por eso, cuando se encienden las alarmas, el FBI no se interesa por lo insignificante de un caso que pasa a otros dos hombres, son policías, más bien Rangers de Texas: el jefe Marcus Hamilton (Jeff Bridges) y su ayudante Alberto Parker (Gil Birmingham).
"Nada que perder" mantiene en su mira el género del western, el cine de los hermanos Coen y quizás algo del viejo Don Siegel, para contar una historia masculina y cruda de gente desesperada.
Es una historia que describe y, a veces, encajona con delicadeza a los personajes, tanto a los brutos como a los enigmáticos y siempre a los secundarios, porque este es un guion notable en la descripción sucinta de una cajera, una mesera o un parroquiano.
Esta es una zona sin espacio para complicarse la vida, porque el mandato básico es vivir el día a día, y los lugareños son como el paisaje que siempre ha estado ahí: inmóvil, pétreo, fijo y donde el único futuro es respirar, comer y dejar que pase el tiempo.
A los hermanos Howard se les murió su madre, de vieja y enferma. Al jefe Hamilton, su esposa, y está solo, a menos que su ayudante mestizo cuente.
Es una película pequeña, de narración ágil y tensa, que nunca se pierde y avanza solo en una dirección: hacia adelante, sin flashback ni recovecos y sin atajos raros. Como si perteneciera al género B, con poco dinero para el rodaje y las tomas, y con la obligación del buen profesional, donde las cosas deben salir bien a la primera y para eso el mapa: un gran guion.
Estos son los acontecimientos: los Howard escapan y el resto los persigue, algunos por diversión o por ocio, y otros porque es su trabajo, aunque el jefe Hamilton está añoso y a punto de jubilar.
En el territorio de la nación comanche hay un antiguo dicho que es terrible: un indio está solo y el resto son enemigos.
Hay excepciones, por cierto, pero esa gente generalmente queda en el camino por culpa de las balas.
Así que al final lo que se mantiene es el paisaje, los indios, las planicies, los blancos y la vieja frase: en el oeste de Texas son todos enemigos.
"Hell and High Water". EE.UU., 2016. Director: David Mackenzie.
Con: Chris Pine, Ben Foster, Jeff Bridges.
102 min. 14 años.