No es una maldición. Es mediocridad o sencillamente una inferioridad que irrita. Los 20 años de Colo Colo sin superar una llave de eliminación directa en la Copa Libertadores ya es mucho más que el reflejo del bajo nivel de la competencia interna, que como argumento de base o consecuencia de fondo, es lo mismo que un disparo a la bandada.
La campaña de los albos en el torneo continental es mayoritariamente ineficiente en la conquista del objetivo, de altísima incapacidad técnico-directiva en la conformación del plantel y de solo un poco de infortunio para quienes hablan del azar cuando justifican derrotas sobre los finales de los partidos.
Se podrá afirmar que esta vez Botafogo no fue integralmente superior en los 180 minutos, o también que Colo Colo tuvo destellos de buen fútbol en el partido de ida; que el equipo brasileño era abordable, sobre todo después de marcar un gol en Brasil y anotar otro en los albores del pleito en el Monumental, y que la mano de Pablo Guede ya se estaba consolidando para desafíos más ambiciosos que el certamen local, pero la eliminación vuelve a posicionar las críticas en un rendimiento futbolístico irregular, liviano, chato y, en la práctica, insuficiente para pretender competir a la par con otros grandes del continente.
Detrás de todos estos fracasos en la Copa Libertadores hay un factor constante: la evaluación previa a la competencia que los directivos hacen del cuerpo técnico y del plantel de jugadores es errónea. Los dirigentes de Colo Colo desde hace más de una década se acostumbraron a un ejercicio de una simpleza que abisma al transferirle al plano competitivo externo la capacidad o eficiencia que se tiene en el ámbito interno. Una política que tiene también una explicación lógica, porque al traspasar esos atributos de un lado a otro, la tesorería sufre menos y el margen de ganancia aumenta. Y en este contexto, el análisis de los fracasos es de tal mezquindad, que un revés como el de este miércoles no tiene un efecto de cambio como sí hubiera tenido en temporadas cuando el equipo albo sí era protagonista.
Al igual que en los pasados ciclos después de otras caídas, a Colo Colo se le impone ahora la obligación de salir campeón del Clausura... ¿Para qué? Para volver a la Copa, donde tratará de romper una seguidilla de frustraciones, como si fuera un cuento de nunca acabar, una pesadilla veraniega que se presenta año a año. Aníbal Mosa, Pablo Guede y Oscar Meneses, los ideólogos responsables de esta eliminación, tendrán que asumir que la imposición del título no es hoy solo un lugar común, "porque un club como este siempre tiene que dar la vuelta olímpica". Toda esa artificial cercanía, amistad, tolerancia, mutua admiración y verborrea positiva que han exhibido estas semanas no representa ningún valor para el colocolino de a pie, que sigue esperando que su club gane algo de veras grande y no se conforme con el ya detestable "siga participando".