Sylvester Stallone ha tenido que reinventarse varias veces para no retirarse a los cuarteles de invierno. Después de tocar la gloria con Rocky Balboa tuvo que ser John Rambo quien lo mantuviera con cierta presencia relevante en Hollywood, hasta que después de varios años opacos y muy cerca de la jubilación definitiva creó a Barney Ross, un mercenario que reunió a varios colegas expertos para despedazar lo que se pusiera por delante, con el que concibió una saga llamada en Chile "Los indestructibles" que lo conserva con vida en las carteleras.
La contratación de David Pizarro en Universidad de Chile, guardando todas las proporciones imaginables con el episodio de Stallone, tiene algo del trato que el star-system le otorga a las figuras que le entregaron mucho al mundo de la entretención en algún momento y a los que aún -se sospecha- podría exprimírseles el resto de talento que les queda.
Lo de Stallone, además, podría ser una gran historia de perseverancia. La incógnita es si el afán de trascendencia de Rocky-Rambo-Ross es un ejemplo de voluntarismo o si la necesidad de la industria de tener a Stallone vigente es más fuerte que cualquier otra razón. Y en el caso del porteño es un relato más cercano a la revancha en Chile, después de su paso por la U y su frustrado retorno en Wanderers. Aunque también vale preguntarse si a Universidad de Chile le es más importante para su propósito un líder de la personalidad de Pizarro al interior de un camarín complejo y con un entrenador recién llegado que un futbolista técnicamente prodigioso.
David Pizarro ya se encuentra en un período de descenso de su notable carrera, pero para el no muy llamativo mercado nacional sigue siendo un polo de atracción, un motivo para ir al estadio o verlo por televisión. Entonces, en el análisis del porqué de su llegada sería injusto calificarlo, como se ha hecho a priori en algunas partes, exclusivamente por lo que pueda desarrollar dentro de la cancha sin considerar cuánto hará por mejorar la salud del plantel y cuánto público será capaz de atraer solo por su trayectoria.
Pizarro es una marca registrada que para esta temporada no tiene otra referencia en el fútbol chileno. Y aun cuando sus últimas campañas han sido apenas discretas, fundamentalmente por impedimentos físicos, es indiscutible que su puro nombre ilumina lo suficiente para confiar en que, como en el caso de Stallone, las terceras partes sí dan resultado.