Formalmente, la transferencia del poder en Estados Unidos entre el primer presidente de color y el magnate republicano no tuvo más tropiezo que una fina lluvia. Pero esto no fue suficiente para despejar los temores -y elevar la inquietud- sobre la capacidad y habilidad de Donald Trump para ejercer el cargo más influyente del mundo.

Su primer discurso -más bien breve- fue una confirmación de que el mensaje que entregó durante la campaña presidencial no era solo eso, un mensaje de campaña, sino que detrás estaban las ideas-fuerza de su plan de gobierno, el que todavía no ha presentado. Reafirmó su visión pesimista de Estados Unidos, con sectores del país agobiados por angustias económicas, rodeado de países que le roban los empleos, acosado por pandillas y criminales, y atacado por el terrorismo islámico.

Fiel a sí mismo, Trump se erigió como un hombre capaz de cambiar la realidad y terminar con el establishment , devolver el gobierno al pueblo, capturado por políticos corruptos e ineficientes que prosperan a costa del bienestar de la nación. El voluntarismo sin respaldo en proyectos concretos.

Sin mencionarlo explícitamente, Trump reafirmó su voluntad de volver al proteccionismo para defender la economía, y al aislacionismo: "Por décadas, hemos hecho rica a la industria extranjera, a expensas de la industria americana; subsidiado los ejércitos de otros países, mientras permitimos la triste reducción de nuestras fuerzas armadas; hemos defendido las fronteras de otros países, rehusando defender las nuestras; hemos gastado billones de dólares en el exterior, mientras la infraestructura ha caído en el deterioro y la decadencia... Desde este momento en adelante, América (EE.UU.) será primero".

Es el comienzo de una nueva época para el sistema internacional. Las palabras de un Presidente no son las mismas que las de un candidato o un presidente electo. Tienen un significado que corresponde a la realidad, o la realidad se moldea de acuerdo a ellas. Las políticas que anuncia pueden tener un nefasto efecto en el "antiamericanismo" latinoamericano, reforzando las posturas de los bolivarianos, más todavía si Trump prescinde de organismos como la OEA y pretende ejercer su poder sobre los países en los que tiene mayor influencia.

La mención a los subsidios militares fue una clara alusión a los aliados de la OTAN, y sus palabras, aun antes de implementar cualquier política, minan la cohesión de la Alianza Atlántica, en momentos en que Rusia busca recuperar prestigio y poder, y algunas naciones, como las repúblicas bálticas, perciben amenazas. También Japón debiera sentirse aludido, aun cuando Tokio desde hace un tiempo está robusteciendo sus fuerzas militares.

El flamante Presidente norteamericano tampoco mencionó a China por su nombre, pero obviamente estaba detrás de cada una de las referencias que hacía al debilitamiento de la industria y de la riqueza norteamericana en favor de la de otros países. Si Trump implementa una política proteccionista, será China el blanco de ella.

Trump matizó su discurso nacionalista con palabras amistosas hacia el entorno internacional, pero dejando en claro que sus "intereses están primero". Nunca antes un Presidente norteamericano había sido tan crudo y directo para explicitar que Estados Unidos es la mayor potencia del mundo y que usará todo su poderío para su propio beneficio.