El corazón y cerebro de esta película apuntan a Hollywood y lo hace sin dudas ni reservas, porque acá se levantó la tierra prometida.
En una encrucijada de Los Angeles, por Estados Unidos, se reúnen la isla del tesoro con Canaán y la tierra de Oz con la Ciudad de los Césares.
En tres palabras: es el cine.
Las autopistas cantan, los autos brillan, las parejas danzan y Hollywood se prepara, una vez más, para contar la vieja historia que, en realidad, es su propia historia.
"La La Land" busca su reflejo en los musicales de la Metro Goldwyn Mayer, RKO o Columbia Pictures, plagados con esa gente joven de Texas, Nebraska o Kansas, que llegan al territorio del cine para conjugar el verbo triunfar y cumplir con sus sueños.
No siempre es así, pero Mia (Emma Stone) y Sebastian (Ryan Gosling) lo saben muy bien, porque se han educado y formado con la industria del cine, que es un ramal de la cultura norteamericana.
Jóvenes que llegan a Los Angeles por miles, aunque nadie los llama, y los elegidos son escasos y esporádicos.
Tampoco es tan terrible y podría ser peor, para eso está David Lynch con "Mullholland Drive" (2001) o David Cronenberg y su "Polvo de estrellas" (2014), con ese joven que podría ser buen actor, pero es mejor como chofer.
"La La Land" es un musical, muchas veces encantador, pero sin una brizna de ingenuidad y con ninguna inocencia.
Mia quiere ser actriz y por ahora es mesera en una cafetería de los estudios Warner, entre fachadas falsas, calles falsificadas y en un gran escenario, porque aquí se representan y se forjan las ilusiones.
Lo de Sebastian es el jazz, y no es fácil y de pronto es humillante tocar el piano en un restaurante, para interpretar esas melodías invisibles que conforman el medio ambiente musical.
¿Cuál es la receta? Trabajar sin pausas, no perder la convicción, probar suerte, asistir a audiciones sin pausa, también participar de una banda y nunca cejar.
En este caso, además, son una pareja con suerte: ellos se quieren, cantan, bailan y a veces son como Fred Astaire y Ginger Rogers.
Y si van al cine, nada mejor que "Rebelde sin causa" (1955), con jóvenes de hace tantos años, pero también en Hollywood, que van al mismo sitio que ellos pueden visitar: el Observatorio Griffith.
Es lo que hace la mayoría de los seres humanos, es decir, los espectadores miran de lejos lo que está por el cielo: las estrellas.
Mia y Sebastian, entonces, cantan, bailan, se quieren, viven y son sabios, finalmente, porque comprenden que el mundo ideal y soñado está en una representación: un papel, un guion, una cámara, una ficción, una mentira, un musical.
No existe tierra prometida, pero para eso está la industria del cine.
¿Dónde están los sueños, entonces? En las películas que se filman en Hollywood, desde luego que no en todas, pero sí en algunas, en las mejores: en "La La Land".
"La La Land". EE.UU., 2016. Director: Damien Chazelle.
Con: Emma Stone, Ryan Gosling.
127 minutos. TE.