Esta es la primera película digital de Woody Allen y el gesto técnico es la imagen de un clásico adaptándose a los nuevos tiempos, pero con la misma sinergia que lo caracteriza: un humor cínico y descreído, escondido en una aparente trama rápida y que luce como una intrascendente carcasa. Pero no hay que engañarse. Este es un Woody Allen auténtico, no una autofalsificación como resultan otras de sus películas muy menores. Esta no es de la grandes, pero tampoco es de las intrascendentes, si es que hay una de esa categoría en su cine, valioso y complejo y sumamente honesto con su propia figura y persona.
Que esté narrada desde una primera persona con la propia voz de Allen, le da una cercanía única a esta pequeña pero muy nostálgica película sobre un joven del Bronx (Jesse Eissenberg en, tal vez, la mejor personificación de Allen hecha por alguien que no es Allen), que quiere trabajar en el Hollywood de los años 30. Es decir, esta es una conexión entre la Costa Este y Oeste de Estados Unidos (que hizo Allen para triunfar en el cine), entre el lado intelectual y el vodevil (los opuestos que alimentan al realizador), entre la emoción y la razón que son, como siempre pasa en el cine de Woody Allen, sinónimo de una elección moral: pecado o santidad, falta o buen comportamiento. Como pasa en "Matchpoint" y "Crímenes y pecados". Comentario metafílmico de sus propias películas y vida -polémica, sin duda-, "Café Society", ambientada en el glamour del Hollywood y Nueva York dorados, es la nueva materialización de los mismos recuerdos de infancia (que ya vimos en "La Rosa Púrpura del Cairo" o "Días de Radio") que ayudaron a convertir a Woody Allen en el personaje que hizo de sí mismo. Más lectura y placer para abarcar la comprensión sobre uno de los artistas clave del siglo XX.
Comedia. EE.UU. 2016. 96 min. T. E.