Esperar que en cualquier decisión sobre el desarrollo del core business va a primar en la FIFA un criterio deportivo es pecar de ingenuo, si no de estúpido. La FIFA es un organismo político que tiene como generador de recursos una industria cuyo producto principal es el fútbol. Punto final.
Las más ácidas críticas al Mundial de 48 selecciones que se aprobó para el 2026 apuntan a que se trata de una decisión política-económica y no deportiva. La determinación de FIFA es de una rigurosa coherencia y se puede sostener sin dudas de que carece de toda sorpresa: a partir de fines de los 60, lo que más le importa a la FIFA es ganar dinero. Y a sus recientes electos directivos lo que les interesa es acumular poder interno y legitimarse frente a un alto número de votantes que en unos años los tendrán en consideración, porque gracias a esta gente algún día jugarán un Mundial.
Todas las otras disquisiciones escolásticas sobre la FIFA... a la FIFA.
Tampoco en Chile podemos dictar cátedra y ponernos a pontificar respecto de la medida. Como desde hace algunos años bailamos con la bonita gracias a la generación dorada, única y esperemos que repetible, nos hemos puesto a dogmatizar sobre la chacra en el orden de las cosas que dejará la FIFA agregando países a los futuros mundiales. Hasta tenemos la tupé de considerar que el sistema de campeonato propuesto no sería justo porque cabe la posibilidad de que una selección, sin los méritos que tantos años nos ha costado llegar a tener, puede acceder a quedar entre los 16 u 8 mejores del orbe futbolístico. De nuevo, pecamos de soberbios: ¿Qué pasaría si no tuviéramos una selección de jerarquía internacional? Habríamos salido a festejar a Plaza Italia "la democrática, necesaria y visionaria decisión de FIFA".
En fin. Si creemos que después de todos los escándalos financieros y los episodios de corrupción institucional que ha enfrentado el fútbol, la FIFA ha cambiado, el anuncio del Mundial 2026 aclara cualquier sospecha. La industria no puede detenerse; la globalización debe tener un correlato en las competiciones más atractivas. Y así como el Mundial va a sumar países, los símiles de la Champions, Europa League, Libertadores, Sudamericana y todos las copas africanas, centroamericanas, asiáticas, hace rato que están en la misma: añadiendo clubes para aumentar la cantidad de partidos y todos sus principales derivados, entiéndase venta de derechos de televisión, recaudaciones por asistencia y facturación por publicidad asociada.
Puede que la FIFA haya perdido a algunos de sus máximos ideólogos en las últimas redadas policiales, pero lo que jamás extraviará, porque es parte de su "grandeza", será el irrenunciable sentido de negocio y su ambiciosa filosofía de expansión.