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Cartas
Domingo 08 de enero de 2017
Debate sobre las FF.AA.
Señor Director:
La columna "Fuerzas Armadas, fin de una época", firmada por los señores Agüero, Fuentes y Varas, ha generado sorpresa por sus contenidos y alcances, principalmente porque sus autores han sido asesores ministeriales en los esfuerzos para avanzar y consolidar muchos de los aspectos que dicha publicación considera como inexistentes.
Sorprende la afirmación de que "urge superar" la autonomía corporativa que tendrían las FF.AA. frente al resto de los poderes del Estado y la sociedad. Ello es una exageración y una falsa apreciación. El desarrollo de sus procesos está enteramente ligado a un ordenamiento legal que se hace efectivo a través de diversas instituciones, partiendo por el propio Ministerio de Defensa, la Contraloría General de la República, las comisiones de Defensa del Congreso y otros organismos del Estado, condición que está muy lejos de lo expresado por los autores.
La segunda es quizás más preocupante. La aseveración que se ha incluido equivocadamente a las FF.AA. en la Constitución como un poder más del Estado, es, a lo menos, aventurada y no ajustada a la realidad. Si hay un factor que puede generar certeza respecto del funcionamiento de nuestra vida en común es que la Defensa esté sujeta al marco constitucional. No hay otro elemento más importante que le fije límites al uso legítimo del monopolio de las armas que el Estado posee, y que se delega en sus órganos armados, el que está normado en el ordenamiento constitucional. Desconocer eso parece impropio de quienes no parecen desconocer nuestra cultura, historia y sociedad.
Los autores parecen estar preocupados por la inserción de las FF.AA. en la sociedad civil y el rol que cumplen en tiempos de paz, especialmente frente a catástrofes, sosteniendo que han ido más allá de sus deberes profesionales. Olvidan ya los autores lo sucedido en el terremoto de 2010, donde, justamente por temor a este argumento, se retrasó la decisión de pedir ayuda a las FF.AA. en el control del orden público, con nefastas consecuencias para los habitantes de la zona.
Los autores también manifiestan su preocupación por el ingreso a las escuelas matrices, deslizando el concepto de la discriminación. ¿Es que les gustaría acaso usar la tómbola como método de selección para ingresar a ellas, olvidando las necesarias aptitudes físicas y mentales que debe tener un miembro de nuestras Fuerzas Armadas?
En fin, son muchos los cambios que los autores proponen. Me recuerda la tan mentada "retroexcavadora", esta vez sobre instituciones enormemente respetadas y fundamentales para nuestro país. Imagino la inquietud que el artículo que comento pueda haber generado en las instituciones armadas. Como civil ruego: la retroexcavadora con las FF.AA., no.
Bernardo Matte Larraín