Robert Mazur (Bryan Cranston) es un agente infiltrado en el Cartel de Medellín con la falsa identidad de Bob Musella, empresario en distintos rubros con la oferta de blanquear el dinero de la droga a través de sus empresas.
Esta película se basa en una historia real y una autobiografía de Mazur, que parte en Tampa en 1985 y termina años más tarde con un éxito sin precedentes, donde decenas de narcotraficantes son descubiertos y encarcelados.
El director Brad Furman ocupa un tiempo mínimo en explicar el procedimiento policial y legal, porque intuye que lo esencial son las zonas no juzgadas que se conectan con las creencias y los sentimientos. Con valores que son un tesoro en las relaciones humanas, como la lealtad y confianza o el cariño y la amistad.
Los que se van a infiltrar, los agentes Mazur y Emir Abreu (John Leguizamo), es lo primero que se prometen: fidelidad y compañía a toda prueba. Ambos explican sus razones, porque se trata de ir contra el imperio de la droga, sin duda, pero para arriesgar las vidas en el intento deben existir cuestiones personales, únicas e íntimas.
En Abreu puede ser la adrenalina y el riesgo, la ansiedad y la neurosis. En Mazur, la manía por el detalle, la precisión y el cálculo infinito.
La paradoja de "El infiltrado" es que para lograr sus propósitos deben forjar con sus enemigos lo que más cuesta -confianza y lealtad- y cuando esos bienes están construidos y son estables, en ese preciso momento, necesitan pasar a otra etapa.
Las identidades con claras y ellos son la DEA y los otros, el Cartel de Medellín.
No hay cómo perderse y la investigación y el camino se sostienen sobre una frase famosa: el fin justifica los medios. Es heroísmo policial, son espías y es espionaje por una buena causa.
"El infiltrado", sin embargo, enturbia el asunto cuando el enemigo dentro del Cartel de Medellín es una familia rica, amable e instalada en el buen gusto y la educación.
Roberto Alcaíno (Benjamin Bratt), el encargado de distribuir la droga, y su mujer Gloria (Elena Anaya) son los que abren las puertas de su casa, presentan a su hija adolescente y depositan toda su gratitud y amistad en Musella y en su futura esposa Kathy (Diane Kruger), también una agente encubierta.
Aquí el dilema es poroso y los verbos no son tan simples, porque traicionar está incluido.
Pero "El infiltrado", generalmente, toma el atajo fácil cuando exhibe la calaña de los integrantes del Cartel: sádicos, lujuriosos, brutos, viciosos, depravados y asesinos decadentes. En este cuadro no hay dilema ético alguno, porque se trata de escoria humana inflada con el dinero de la droga. Y en el fondo de esa galería del horror, además, hay vudú y magia negra.
Robert Mazur, el protagonista, dice que en una investigación son los detalles los que te matan.
Con las películas ocurre exactamente lo mismo.
"The infiltrator". EE.UU., 2016. Director: Brad Furman.
Con: Bryan Cranston, John Leguizamo, Benjamin Bratt.
127 minutos. 14 años.