Pablo Guede no se arruga cuando afirma que después de asegurar a Mark González quiere a Macnelly Torres y a Germán Lanaro. El técnico de Colo Colo pretende sumar experiencia antes que cualquier otro atributo. Si llega a concretarse su anhelo, sumará 94 años de veteranía, madurez y roce a un plantel que ya tiene kilómetros de sobra. En Blanco y Negro apuestan a que Guede no sea el entrenador que le dará tiraje a la chimenea, sino el que marque el retorno a la cadena de éxitos locales e internacionales, últimamente muy ajenos al club chileno que por antonomasia representó mejor al país en torneos continentales.
A priori, la jugada de los controladores y del entrenador de Colo Colo se torna riesgosa, considerando que debe enfrentar un par de etapas clasificatorias antes de llegar a la fase de grupos de Copa Libertadores, y que en el caso de quedar eliminado deberá asumir un fracaso y heredar un plantel caro para el primer semestre. Pero si la convicción es que la experiencia (los años en el cuerpo, sin eufemismos) será la piedra angular de los resultados, a Guede hay que darle la oportunidad de probarlo.
Pero más allá de este desafío puntual, es la filosofía de fondo que acompaña este período lo que debe mover a análisis. ¿Cuán eficiente es la apuesta de envejecer un equipo aun cuando en teoría la veteranía otorgue más garantías de logros? Muchos en el club albo podrán argüir que en el fútbol no existe mejor complemento a la larga trayectoria que la impetuosa juventud. Sin embargo, las señales que entregan con sus declaraciones dan la impresión de que quienes toman las decisiones en Colo Colo solo visualizan que una campaña victoriosa dará pie para que los talentos jóvenes comiencen a aflorar, y que con ellos se podrá recuperar la inversión que hicieron cuando adquirieron a los jugadores "calados".
Hace rato que en Colo Colo sorprende la inexistencia de un grupo o de una camada de jugadores (porque una generación de talentos es algo excepcional) que refleje una política de desarrollo que responda a un rasgo futbolístico en particular y que logre consolidarse en el primer equipo. Es altamente probable que la circulación en los últimos 10 años de una abundante cantidad de entrenadores sin ninguna vocación o cariño por el trabajo formativo -y sí por el éxito cortoplacista- haya dejado una profunda desconexión con las divisiones inferiores. Es muy posible igualmente que la ausencia de grandes negocios en el último tiempo vía venta de jugadores jóvenes también haya desanimado a los controladores, que prefieren ganar dinero a través de triangulaciones especulativas con intermediarios.
Pero cuando se escucha a Guede hablar con tanto entusiasmo de Mark González, Macnelly y Lanaro como los grandes refuerzos para Colo Colo 2017, uno piensa: ¿en qué momento se jodió Colo Colo?