El personaje de esta película se llama Avalon y es una nave espacial enorme, elegante y estilizada, que viaja protegida por un campo de fuerza.
El destino es un planeta donde la empresa Homestead instalará otra de sus colonias; la travesía tarda 120 años y por eso los seres humanos viajan en estado de hibernación: 258 tripulantes y cinco mil pasajeros.
En la presentación de la nave, tanto exterior como interior, también por los pequeños artilugios tecnológicos y en cada uno de sus escenarios -dormitorios, bar, hall central- hay diseño, técnica e incluso anticipación.
El noruego Morten Tyldum, director de "El código enigma" (2014), en su primera película filmada en Hollywood, establece claramente la marca que más importa: Avalon, la nave.
En este personaje la gran industria del cine presenta sus méritos e ingeniería, su espectáculo e imaginación, su arquitectura, volúmenes y efectos especiales.
El problema, eso sí, es que esto no es aeronáutica, y descontando la riqueza de la nave, lo que queda es una película pobretona.
Por un defecto en una de las cámaras de hibernación, uno de los pasajeros, el mecánico Jim Preston (Chris Pratt) despierta de improviso y 90 años antes de la fecha señalada.
Con el tiempo comprende que no hay nada que hacer y después de la angustia y desesperación, la única tabla amiga es una barra atendida por el barman Arthur (Michael Sheen), un androide que habla, pero sin humor ni gracia.
En este período hay un par de cosas ocurrentes, la mayoría proviene de la nave.
Los pasajeros clase oro pueden solicitar todo tipo de café y comidas, pero los que son como Preston y viajan con pasaje económico, están limitados a los brebajes y alimentos básicos. Están las pequeñas aspiradoras que engullen y disuelven cualquier cosa que caiga al suelo. El enorme dormitorio es con vista al exterior. Y existe la alternativa de enfundarse un traje espacial y volar por el universo.
El asunto, como se ve, es que después de unos meses a Preston le ocurre lo mismo que a los espectadores, probablemente: se aburre.
Una posibilidad es despertar a algún pasajero, más bien a alguna, con el fin de lograr compañía y así salir de la soledad y el hastío.
La decisión es difícil, injusta y terrible, pero la despertada sería Aurora Lane (Jennifer Lawrence), y eso precipita los acontecimientos.
Aurora es una joven escritora neoyorquina y disconforme, a la que nadie le ha publicado nada, pero le gusta que le lean las páginas que escribe, que no son más que un diario de vida.
Y que las lean y opinen en voz alta, porque tiene en alta consideración sus escritos.
Arthur, entre paréntesis, está salvado porque es androide.
Si fuera por coherencia, lo de "Pasajeros" sería un viaje infernal.
En realidad no, es del tipo romántico y adolescente, y con las zozobras de un viaje de estudio.
Lo dicho: demasiada nave para tan poca película.
"Passengers". EE.UU., 2016. Director: Morten Tyldum. Con: Chris Pratt, Jennifer Lawrence, Michael Sheen. 116 minutos. Todo espectador + 7.