La única posibilidad de que Chile deje de ser castigado por la FIFA por conductas xenófobas es que la selección juegue sin público. Y así como van evolucionando los informes de esta ONG (FARE Network) encargada de evaluar el comportamiento de la gente en los estadios, vayamos pensando en ver varios partidos por televisión, sin sonido ambiente más que el del relator de turno.
Merecido lo tenemos. Pese a las advertencias, a las multas, a la campaña de la ANFP, insuficiente pero campaña al fin de todo, la Roja tendrá que abandonar el Nacional el resto de las eliminatorias y asumir su localía en el Monumental, un recinto que no asegura en absoluto la resolución del fondo del asunto: que los asistentes cambien de comportamiento, solo se dediquen a alentar y no a insultar o a denostar al rival o a los hinchas visitantes.
Independientemente de que la toma de pruebas de esta ONG sea bastante discutible metodológicamente hablando, desde la perspectiva del fiel reflejo de la realidad examinada (con "observadores reclutados y entrenados en discriminación y derechos humanos que se mezclan entre el público", según afirmó su director), es indefendible que un grupúsculo se organice aleatoriamente para putear a quien ellos consideren merecedor de serlo.
El problema reviste una notoria contrariedad: no hay manera de controlar ni educar al hincha chileno si no es a partir de sanciones radicales, de penas que afecten el bolsillo o su libertad de acceso. Y como los castigos de la FIFA hasta ahora han sido fundamentalmente pecuniarios, solventados por la ANFP, a quienes cometen la falta poco y nada les importa cuántos francos suizos haya que girar. Ellos no los pagan y siguen con la opción real de asistir a los partidos de la Roja puesto que ninguna autoridad los individualiza como responsables.
Los dirigentes chilenos y la gente educada (que de mayoritaria cada vez tiene menos) deben asumir que más temprano que tarde a Chile lo van a castigar prohibiendo la concurrencia al estadio y que, recién entonces, solo desde ese momento, se iniciará el esperado proceso de instrucción, formación e ilustración del público; transformación que viniendo de una "política social o cultural" de la FIFA nos tendría que llenar aún más de vergüenza.
La directiva de la ANFP no debería descartar que, previendo lo que seguramente se nos viene de parte de la FIFA, adelante el golpe y adopte como medida precautoria, en conjunto con sus clubes asociados, una regulación que norme y sancione ciertas conductas impropias de las barras, ya no solo por agresiones físicas o violencia en los recintos, sino que también por comportamiento impropio, como el insulto manifiestamente organizado o la provocación hacia el rival, que tan internalizado -e inconscientemente aceptado- tenemos quienes vamos al estadio.