Entre los buenos recuerdos de infancia, las Navidades tienen un lugar muy especial. Recordar, conversar y contar anécdotas sobre navidades anteriores, o las de los padres cuando eran pequeños, puede ser una bonita forma de empezar a conectarse con la magia que tienen estas fechas y con las emociones que despiertan.
Por supuesto, la Navidad no se limita a la nochebuena, sino que empieza con los preparativos con mucha anticipación. Los niños hacen sus listas de regalos, los papás hacen a su vez listas de lo que tienen que regalar, imaginan qué cosas comprar y cómo celebrar. Con frecuencia se piensan los rituales que podrían preparar y también cómo ajustar el presupuesto y los regalos de una manera realista.
Para las familias que profesan la religión cristiana, la preparación de la Navidad se inicia con el adviento y tener un calendario va favoreciendo el conectarse con estas fechas de una manera más espiritual. Otras familias rezan la novena del Niño Jesús; otras comienzan a preparar galletas y pan de pascua, llenando la casa con olores navideños y muchas empiezan la decoración de la casa con motivos navideños, con colores como el rojo, verde, dorado o plateado, que invaden los distintos ambientes hogareños.
Aunque las familias no sean creyentes, es imposible sustraerse al ambiente navideño y los niños lo disfrutan. Esto sin duda es bueno, porque tiende a poner a las personas en una actitud positiva frente a la vida.
Pero lo más importante es rescatar el sentido y los valores que están implícitos en estas fechas y participar en el espíritu navideño buscando dar más que recibir, pensando en los que tienen menos o en los que están más solos, o que por diferentes motivos pueden estar tristes o preocupados.
Una buena manera de conectar a los niños con el sentido de la Navidad es leer cuentos alusivos, ir a ver una película , organizar una representación o un coro con canciones navideñas. Una buena opción que se da cuando los niños están de vacaciones es preparar regalos que impliquen algo de esfuerzo personal. Los regalos, más allá de su costo, son un gesto de afecto y así deben ser planificados y elegidos, pensando en cómo producirle felicidad a quien lo va a recibir.