No hay dos opiniones en el mundo político. La candidatura de Lagos no prende. La desazón de sus cercanos es evidente y su jefe de campaña, al anunciar esta semana que "Lagos no se baja", no hace más que confirmar un destino que parece casi inexorable.
Cuando el ex Presidente sorprendió al mundo político con su misiva, diciendo que "estaba disponible", todo parecía promisorio. La Democracia Cristiana, sin candidato, encontraría en él todos los matices necesarios para la próxima contienda electoral. En el Partido Socialista, su conglomerado de afiliación fantasma, solo tenía el escollo de Isabel Allende, de quien rápidamente se deshizo. En el PPD, partido del cual es fundador, la cosa era un trámite. Solamente quedaba enfrente -aquel 2 de septiembre en que lanzó su candidatura- el pequeño Partido Radical, con su "candidato rostro". Un rival débil para un político de fuste.
Pero las cosas no siempre son como debieran ser. O como a uno le gustaría. Han pasado 100 días desde que hiciera el anuncio y la historia es por todos conocida...
Parece ser que el guion de Lagos, que habría sido efectivo en la época de la política, no está funcionando en la época de la #politica.
Lagos representa los 90. Aquella política que respondía a otra época. A otro país. Su autoritarismo democrático en contraposición al autoritarismo dictatorial de Pinochet fue valorado por los chilenos. La instalación de la tercera vía europea en un pequeño país latinoamericano fue valorada por el mundo. Y los resultados están a la vista
Pero mientras todo cambió, Lagos parece seguir representando lo mismo.
Lo que le está pasando al ex Presidente se parece de cierta forma a lo que le pasó a Mijail Gorbachov. Paradójicamente el camino de ambos parece estar cruzado. No solo porque los dos nacieron el 2 de marzo, sino porque ambos-cada uno en su contexto-fueron capaces de romper con las recetas de la izquierda tradicional. Lo escalofriante es que el final también puede ser parecido. Gorbachov, quien fue capaz de derribar los muros y abrir las ventanas de la libertad, después de incluso haber recibido el Nobel de la Paz se presentó a las elecciones y logró apenas un 0,5% de los votos. El país había cambiado. Ya no se valoraban sus virtudes.
El problema de Ricardo Lagos es doblemente complejo. Porque, al tratar de sacarse el estereotipo, ha quedado en el peor de los mundos: por una parte, sigue representando el Chile antiguo y, por otra, ha quedado desperfilado respecto de sus ideas fuerza.
En vez de volver a poner en valor lo que representa -la socialdemocracia, donde Estado y mercado están reconciliados- ha cometido el viejo error de pensar que en la política chilena hay que usar el paradigma norteamericano de derechizarse o izquierdizarse en las primarias según el lado en que uno esté. La idea es convocar primero a los duros y después correr el eje hacia el centro. Mismo error que cometió Allamand en las elecciones pasadas al derechizarse.
En vez de defender el domicilio político que representa, Lagos ha tratado de congeniar con los sectores más de izquierda. No solo no lo ha logrado (muchos lo sindican como el culpable de todos los males actuales), sino que ha dado una señal confusa al resto de la ciudadanía. Como si Margaret Thatcher hubiera vuelto a ser candidata y hubiera pregonado fortalecer el Estado o Fidel hubiera pregonado los valores del mercado. Nadie habría entendido.
Los liderazgos tan fuertes como los de Lagos son lo que son y únicamente se pueden jugar en ese eje.
Lagos I en su gobierno representó la autoridad del padre. Bachelet I fue la madre inclusiva. Piñera el gerente. Bachelet II la adolescente con crisis de identidad. ¿Qué representa Lagos II? No está para nada claro. Y mientras tanto -ante la ausencia de posibilidades de ganar y de buenas razones para perder-, todo el mundo político se pregunta soterradamente: "¿Cuándo se baja Lagos?".
Ricardo Lagos es uno de los mejores Presidentes que ha tenido Chile en su historia. Y es cierto que grandes líderes han sufrido derrotas electorales, como le pasó a Churchill terminada la Segunda Guerra Mundial. Pero el inglés tenía tiempo por delante para reivindicarse. No es lo que pasa con Lagos. Por lo que parece cobrar sentido el retirarse a tiempo para salvar los muebles y el patrimonio histórico, antes que terminar la vida política derrotado -en una primaria- por un conductor de televisión.