El viejo Clint Eastwood filmó una historia basada en un personaje real, porque ese hombre pertenece a su equipo ideal y la frase sería que "es de los nuestros": capitán Chesley Sullenberger, llamado Sully, que el 15 de enero de 2009 acuatizó en el Hudson y salvó a la tripulación y pasajeros. Un avión comercial sin energía ni turbinas, que planeó sobre el río y terminó posado sobre sus aguas.
Es una historia conocida y popular, enseñada sobre todo en Estados Unidos, y la película evita una narración lineal que termine con amerizaje, rescate, aplauso de la prensa y cariño popular.
Lo que le interesa es lo que sucede después, no en una corte de justicia exactamente, pero sí en un tribunal de la agencia federal que investiga los accidentes y sus aristas: seguros, pensiones, responsabilidad civil y también errores, sobre todo humanos, y más todavía si el capitán es un hombre de 58 años.
Un veterano que aún trota y se esfuerza por mantenerse en forma, pero le cuesta.
Un miembro de una generación que va de salida y lo más próximo es la jubilación.
Un piloto que lo único que exhibe es su experiencia, las cuatro décadas de trabajo y una serenidad a toda prueba.
Sully, para los investigadores, es un sospechoso, porque gente tan modélica no puede ser genuina. Debería ser un hombre gastado por las humanas debilidades y por eso las primeras preguntas son por drogas, alcohol o problemas familiares.
En los rostros y escepticismo de los miembros del tribunal, Eastwood encuentra lo que desprecia: hipocresía, burocracia, discriminación y desconfianza.
Y la película lo que necesita: un contrincante, el lado feo y el equipo a vencer.
Sully pertenece al equipo Eastwood: gente que hace lo suyo, cobra lo justo y está feliz con el trabajo bien hecho. En dos palabras: un profesional. Como un pistolero del viejo Oeste, un entrenador de box o un cuarteto de astronautas retirados que siguen enamorados de la Luna y de Frank Sinatra.
El gran aliado de los fiscales son los simuladores de vuelo y la ristra de cálculos y pruebas en seco, sin miedo incorporado y sin sudor alguno, donde los pilotos pueden ser señoras expertas de pulseras y anillos que manejan aviones de mentira.
Es cierto que Sully sufre alguna pesadilla, pero su cabeza y sentimientos son ordenados, certeros y seguros: hizo lo correcto. Antes que la técnica está lo primero y Sully es el factor humano.
Lo cree su copiloto Jeff Skiles (Aaron Eckhart), y si se le cruza alguna duda, las despeja rápido, porque el segundo factor es la lealtad.
Dos factores capitales en el cine de Eastwood, cuyas obras maestras, qué duda cabe, están en el pasado: "Los imperdonables" (1992) y "Million Dollar Baby" (2004).
"Sully: Hazaña en el Hudson" es otra cosa. Es la película de un viejo director que filma lo que admira -su país y el sistema- según la filosofía de Sully: acá no hay nada excepcional, solo un trabajo bien hecho.
"Sully". EE.UU., 2016. Director: Clint Eastwood.
Con: Tom Hanks, Aaron Eckhart, Laura Linney.
96 minutos. Todo espectador.