"Nunca me hubiera imaginado que despedir a 67 personas en televisión me haría más popular con la generación joven". Así declaraba el nuevo y flamante Presidente electo de los Estados Unidos, que se hizo famoso a escala nacional por protagonizar un reality, "The Apprentice", donde dos equipos competían por un premio en dinero y dirigir una empresa de Trump, y este se encargaba de ir despidiendo cara a cara a los que estimaba incompetentes.
Estados Unidos acaba de hacer exactamente eso. Despidió a los encuestadores, a la élite política, a los medios de prensa y a algunos conceptos que pensábamos asentados en la civilización moderna como lo "políticamente correcto". Trump en su estilo desenfadado, soberbio y a veces vulgar se atrevió a decir lo que parece que muchos pensaban y no se atrevían a expresar. Trump tuvo razón cuando dijo: "No tengo tiempo de ser políticamente correcto y el país tampoco".
Lo que está ocurriendo en USA y en el mundo no es nuevo. Las crisis económicas generan impactos inmediatos y mediatos. La crisis del año 29 generó el término de la PAX Britannica, el capitalismo mundial globalizado defendido por la Marina británica y un sistema democrático de libertades que había terminado con los grandes imperios europeos. La crisis del 29 generó desconfianza en la democracia y en el capitalismo, y despertó los instintos humanos más básicos de seguridad y protección. Por eso aparece la idealización con los totalitarismos en Europa. El comunismo ruso con su hombre nuevo y el milagro de su industrialización. O el experimento nazi en Alemania, en que un pueblo se vuelca hacia una chapuza ideológica que prometía unidad nacional, término de la politiquería, prosperidad económica y superioridad racial. Incluso Estados Unidos se aleja de su tradición capitalista y experimenta con el "New Deal" que impuso fijación de precios, cuotas de producción, subsidios y todo tipo de distorsiones al funcionamiento de un mercado libre, que no hicieron sino retardar la recuperación de la crisis. Por estos lados no fue distinto, el peronismo, el desarrollismo Cepaliano, la Cuba Castrista son todas expresiones de estos mismo fenómenos, la pérdida de fe en el capitalismo democrático.
En ese mundo todavía no se sabía de los gulags , las hambrunas ni las purgas comunistas, tampoco de los campos de exterminio nazi ni menos de los efectos empobrecedores que tendría la intervención desmedida del Estado en la economía, o el impacto sobre los más pobres que tendrían las barreras arancelarias y la protección de las industrias nacionales. Solo Von Hayek y algunos aventajados advirtieron que esos sistemas solo traerían miseria y esclavitud al mundo.
La crisis subprime del 2008 sigue produciendo réplicas. Lo primero es despertar el instinto humano de seguridad, en este caso la económica. Eso explica los manotazos electorales que se mandan los pueblos, aceptando los discursos radicalizados de Corbyn, Le Pen o Iglesias, o la reivindicación nacional del Brexit. La idea de que existe un mundo mejor, más estable y más seguro al cual se puede llegar por la voluntad de un líder que, prescindiendo del diálogo y la politiquería, encauza las fuerzas del pueblo hacia un propósito nacional común. En Estados Unidos, la combinación de lo políticamente correcto a costa de decir la verdad; de la protección de las minorías a costa de la desprotección de las mayorías y de la integración al mundo a costa de la desintegración nacional, le pasó la cuenta a las élites. Este es un triunfo del estado llano en contra del " establishment " que, recordándoles quien manda, les avisa que no se puede apostar al futuro olvidándose del presente.
Rudolph Giuliani, ex alcalde de New York, en su reciente visita a Chile explicaba su apoyo a Trump diciendo que el veía dos personas en una. Por una parte estaba el candidato Trump que se inspiraba en el animador televisivo del realitiy, que era un showman detestable pero efectivo como comunicador. Y por otro lado estaba el ciudadano Trump, que era un hombre de negocios sensato, arriesgado pero prudente y que no se había hecho rico por torpe ni poco inteligente. Él confiaba que iba a gobernar como Presidente la persona y no el personaje. Ojalá tenga razón.