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Editorial
Martes 01 de noviembre de 2016
Uso eficiente de fondos para investigación
El marco conceptual que entrega la ciencia contemporánea es uno de los pilares en los que se apoya el desarrollo de las sociedades modernas basadas en el conocimiento...
La asignación de fondos a Conicyt en el presupuesto del próximo año se mantuvo en niveles similares a los del año actual, alcanzando un monto de 315 mil millones de pesos. Esto vuelve a poner en debate la importancia que se le asigna en el país a la ciencia y, de paso, a la tecnología, la innovación y el emprendimiento, como políticas de Estado esenciales para elevar la productividad, el crecimiento económico y el nivel de vida de la población. En efecto, el país destina a ciencia, tecnología e innovación un monto que sigue sin superar el 0,4% del producto -en la OCDE ese porcentaje alcanza el 2,4%-, el que se ha mantenido en dicha cota desde hace 20 años, a pesar de que sucesivos gobiernos han expresado la intención de duplicarlo, o incluso llevarlo a 1%.
Este estancamiento revela la baja prioridad que el mundo político en general le ha asignado a esta temática. El escaso caudal electoral que genera la preocupación por la ciencia y los temas afines es, sin duda, una de las razones de ello, a pesar de que todos los estudios serios indican que en el mundo contemporáneo no será posible mantener un nivel de crecimiento acelerado sin contar con una base científica y tecnológica apropiada que lo sustente. Ello precisa tanto de profesionales suficientemente preparados, para incorporar ciencia y tecnología que aumente el valor de los bienes y servicios que se produzcan, como del nivel de innovación que se introduzca en ellos, el que requiere, la mayoría de las veces, de esos dos factores para que aquella cristalice adecuadamente.
Y para que todo lo anterior se dé, resulta crucial el nivel científico que el país exhiba. Por un lado, este se manifiesta en la creación de nuevo conocimiento, tanto aquel generado exclusivamente por la curiosidad de los investigadores como aquel motivado por el interés de aplicarlo a las actividades productivas. Por otro, ese nivel es el que otorga el soporte en el que se sustentarán las nuevas generaciones de profesionales que requieren del lenguaje científico y de su método para realizar con éxito sus actividades. El marco conceptual que entrega la ciencia contemporánea es uno de los pilares fundamentales -aunque no el único- en los que se apoya el desarrollo de las sociedades modernas basadas en el conocimiento.
Sin embargo, como los recursos son escasos, su utilización debe ser cuidadosa. Ello obliga a aumentar el nivel de inversión en todas las actividades que se encadenan virtuosamente en torno a la ciencia, como son la tecnología, la innovación, el emprendimiento y la formación de capital humano avanzado. Y, al mismo tiempo, hacerlo de manera balanceada y eficiente, asegurando un buen uso de los recursos y verificando que la trayectoria de los resultados sea la adecuada, o corrigiéndola, si eso no ocurre. Todos esos factores, armónicamente organizados, permitirán que la generación de conocimiento se incorpore apropiadamente a la producción de bienes y servicios. Pero ello precisa que se incentive y premie el espíritu emprendedor, que es el que impulsa la creación de organizaciones productivas y de servicios que se apoyan en ese nuevo conocimiento. Finalmente, en un mundo global y competitivo, nada de eso es posible de lograr si no hay disponible un capital humano avanzado que sea capaz de apoyar todo el proceso.
Esta es una discusión que sigue estando ausente del debate político nacional, y que no se termina con la mera instalación de un Ministerio de Ciencia y Tecnología, pues involucra mucho más que eso.